Cuando estaba terminando el curso de latín de 2º de bachillerato, el único que daría en toda mi vida, comencé a sentir la nostalgia por todo lo útil que acabaría olvidando. Entonces le dije a mi compañero de pupitre que no podíamos salir de un año aprendiendo frases latinas sin, al menos, recordar algunas de ellas.
Desde luego, dejamos pasar algunas soberbias y muy solemnes, como Vivere militare est (Vivir es luchar) que dijera Séneca, o Sunt lacrimae rerum, una frase de la Eneida de Virgilio, de muy discutida traducción, pero que aprendí como “La vida es inevitablemente trágica”.
El caso es que en aquella época uno tiraba por lo fácil, y además del Lupus in aquam potant (El lobo bebe en el agua, aún dudo de si escribí bien todo), sólo se me quedó una frase: Veros amicos in adversa fortuna videbamus.
En aquel entonces, comparada con la frase de la Eneida, esta me resultaba muy sencilla: A los amigos verdaderos en la adversa fortuna los vemos, o un poco más elegantemente, En la adversidad vemos a nuestros amigos.
No conseguí olvidar esa frase, ni el latín, que es una de las asignaturas más bellas que se estudiaban en el instituto. Para mí el latín se presentaba como uno de los huesos más duros del bachillerato, al principio parecía insufrible y requería mucho tiempo para aprender casi nada. Sin embargo, poco a poco uno se iba familiarizando con conceptos que, para esa edad, resultaban del todo nuevos. El hecho de aprender latín, una lengua muerta, en las puertas del siglo XXI hacía que te plantearas el sentido de aprender cosas no tan útiles. Luego, buscando algún tipo de sentido a ello, uno se iba dando cuenta de que era bello en sí el aprender un idioma inútil, porque precisamente uno podía eliminar cualquier atisbo de practicidad en la tarea y dedicarse exclusivamente a aprender el idioma.
Quizás fue la primera vez que tuve la opción de aprender algo puro, sin pretensiones. El lenguaje tiene una elegancia que no he encontrado en otros. Su capacidad para la ambigüedad, su concisión. La frase antes citada, Veros amicos in adversa fortuna videbamus, podría entenderse de dos formas, que hemos visto como a nuestro amigo le van mal las cosas, pero también que reconoceremos a nuestros amigos en la adversidad.
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