…Cuchillo de hierro!

SYSTRAN es el líder de mercado en el abastecimiento de productos y de las soluciones de software de la traducción de la lengua para el tablero del escritorio, la empresa y el Internet que ayudan a los negocios de los individuos, pequeños y mediados de-clasificado, y las empresas grandes traducen y entienden la información multilingüe y se comunican inmediatamente más con eficacia en idiomas múltiples.

Con sobre tres décadas de la maestría, los productos y las soluciones de SYSTRAN son la opción de conducir las corporaciones globales, portals tales como Google™, Yahoo! el ®, y Wanadoo, y las agencias públicas tienen gusto de la comunidad de la inteligencia de los E.E.U.U. y de la Comisión de las Comunidades Europeas.

La anterior era una cita de un post del blog corporativo de Systran, empresa que orgullosamente comercializa el mejor traductor del idiomas que existe, hasta la fecha.

Levante

Este

A territorios muy extraños nos lleva la investigación de la etimología de la muy común palabra levante.
Dice la Real Academia:
levante.
(Del ant. part. act. de levar).

  • 1. m. Este (punto cardinal).
  • 2. m. Viento procedente del este.
  • 3. m. Nombre genérico de las comarcas mediterráneas de España, y especialmente las correspondientes a los antiguos reinos de Valencia y Murcia.
  • 4. m. p. us. Países que caen a la parte oriental del Mediterráneo.

A su vez, levar indica que proviene (Del latín levare, levantar).
La opinión general es esa, levante del verbo latino para levantar, el lugar donde sale el sol, el este.
Teniendo en cuenta que la palabra levante se ha conservado bastante similar en todos los idiomas, uno puede suponer que todos los términos proceden de este mismo origen latino. (En inglés: levant, en francés: levant, en alemán: levante, en italiano: levante, en ruso: Левант.

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Cuatrillon

Juan Antonio Roca, el principal inculpado por un fraude de corrupción urbanística en Marbella, una ciudad costera del sur de España, blanqueaba dinero de todas las formas posibles. Una de ellas era comprando boletos de sorteos de loterías premiados.
Cuentan en microsiervos que la probabilidad de que obtuvieran tantos premios – unos 80 importantes entre lotería, Bonoloto y cupones de la ONCE – es de 1 entre 43 cuatrillones.
Aunque el dato redondeado es interesante, me parece que más que aclarar la situación sirve para ofuscarla. A una persona de la calle le preguntas por la probabilidad de que le toquen 80 veces la lotería , y se hace una idea aproximada. Si le preguntas por el número 43 cuatrillones, no le dice absolutamente nada.
En general, las probabilidades son difíciles de asimilar por la mente humana, y es mejor transformarlas en ejemplos. En este caso tenemos un ejemplo muy bueno y no merece la pena traducir ese dato en un número opaco.
Buscando un buen ejemplo, se sorprende uno con que 43 cuatrillones, 43.000.000.000.000.000.000.000.000 es aproximadamente el número de permutaciones posibles de un cubo de Rubik, esto es, las posibilidades diferentes (sin tener en cuenta la infinidad de combinaciones equivalentes) en que puede distribuirse uno de estos cubos. Si imaginamos un cubo de Rubik en que cada celda tuviera un color y sólo hubiera una combinación posible que resolviera el cubo, es como decir que Juan Antonio Roca con ayuda de su familia estuvo moviendo al azar el cubo durante 15 años, y tuvo la suerte de resolverlo.
Hay sin embargo otro ejemplo más interesante para el caso criminal que estamos tratando.
En constrastes de hipótesis se manejan dos tipos de errores. El ejemplo clásico es el de un médico que esté realizando una prueba a un paciente, para determinar si tiene cáncer o no. Ante dicha prueba existen dos posibles diagnósticos equivocados:

  • Que el diagnóstico pronostique cáncer pero el paciente esté sano. Este supuesto es muy desgradable, pero será cuestión de tiempo que el paciente se de cuenta de que tiene mucha vida por delante.
  • Que indique que el paciente está sano, cuando en realidad tiene cáncer. Mucho peor, por cuanto el enfermo se marchará a su casa y perderá toda posibilidad de salvación.

En este caso, parece importante que el test debe minimizar el riesgo de cometer un error del segundo tipo. El error que peor se puede tolerar suele llamarse error de tipo B.
Veamos ahora otro experimento. En la escena del crimen se encuentran restos de ADN del que entonces sería el culpable. Si detenemos a un sospechoso, nos encontramos ante dos posibles errores:

  • Que sea el culpable, pero la prueba de ADN no sea lo suficientemente exacta como para confirmarlo.
  • Que sea inocente, su ADN no estuviera en la escena del crimen, pero la prueba falle y lo incrimine.

Este segundo supuesto es mucho más grave. Pero tan improbable, que cualquier jurado aceptaría la prueba del ADN como definitiva. Pues bien, la probabilidad de que el test del ADN falle de esta segunda forma es de 1 entre 26 cuatrillones.
Si los jurados aceptaran las matemáticas como prueba, cualquier suceso más improbable que un error de tipo B en un procedimiento aceptado como infalible, debería ser aceptado como imposible, y por tanto como falso.

Zrubavel

Aunque el prólogo es lo primero que se lee en un libro, lo habitual es que sea lo último en escribirse. El título del libro a veces es lo último en decidirse, y muchas veces no es ni el autor quien lo decide.
Con las páginas personales pasa lo contrario: te obligan a elegir dominio, título, poner una frase profunda, elegir un sobrenombre, antes de escribir ni una sola palabra. Me parece terriblemente injusto.
En mi caso, tras unos meses en Zonalibre, tenía claro que había que salir de allí (no porque el hosting fuera malo, que era posiblemente el mejor de su época, sino por la falta de libertad a la hora de personalizar la página).
Sin embargo, el no estar seguro de qué nombre de dominio elegir pospuso mi retirada muchos meses. Al final elegí el que elegí, que ni es un gran acierto ni tampoco algo de lo que me arrepienta.
Aprovechando que hoy era fiesta, he hecho algunos cambios menores en la página. Entre ellos, incluyo una frase pretenciosa bajo el título:

El hablar, por su facilidad, puede ser imitado por todo un pueblo; la imitación en el pensar, del inventar, ya es otra cosa.

La frase es de Michel de Montaigne, de sus Ensayos (concretamente del nº 25, que es uno de los mejores). La idea es recalcar la importancia de hacer cosas propias, por flojas que sean, antes que seguir copiando páginas de Internet (aunque lo seguiré haciendo, de eso no me cabe duda).
Me ha costado dar con una frase que me agradara: tenía que ser poco habitual, tener algo que ver con la página y ser de alguien importante. A ver lo que dura.
De paso he cambiado mi nick, el antiguo no significaba nada para mí y estaba empezando a convertirse en un lastre. Una opción habría sido PFME (person formerly known as m estebanez).
Pero mejor lo dejamos en Zrubavel (más conocido como Zorobabel) que no es más que un personaje muy secundario de la Biblia, familia lejana de José, el “padre” de Jesús.
La etimología del nombre así escrito es un extraño en Babilonia; dispersión de confusión.
Lo suficientemente bizarro como para que dure algún tiempo.

Biografia categorizada

La Wikipedia suele incluir al pie de los artículos el conjunto de categorías a las que pertenece un determinado artículo.
Por ejemplo, la entrada sobre Meriden, un pueblo de Kansas, nos ofrece:
Categories: Cities in Kansas | Jefferson County, Kansas
En cierto modo, las categorías son una representación esquemática de lo reseñado por la página. Como los tags, pero bien hecho.
Incluso pueden entederse como definición:
José Luis Rodríguez Zapatero (obvio algunas categorías propias de la Wikipedia):
Primeros ministros de España, políticos españoles, gente de Castilla y León, líderes nacionales actuales, personas nacidas en 1960, personas vivas.
Sólo con esa información podemos dar una definición de nuestro presidente: José Luís Rodriguez Zapatero nació en 1960 en Castilla y León. Se hizo político y acabó siendo Primer Ministro de España, en la actualidad sigue siéndolo. Y está vivo.

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Ivan Waltrapas

Desde luego, uno de los mayores vertederos de basuras en forma de palabras es la sección de los anuncios de “busco socio/negocios”.
Bastante marginal de por sí, resulta casi imposible encontrar negocios honrados, la inmensa mayoría son chanchullos, estafas y fraudes. Y la publicidad contextual que se muestra en las páginas web de anuncios, ni te cuento.

busco prestamistas sin garantias no tengo propiedades y tengo asnef si muevo dinero pero no me dan nada ninguna financiera y cero propiedades busco alguien dispuesto a prestarme un dinero con mi unica garantia de mi palabra,dni y firma de reconocimiento de deuda seriedad pueden venir a ver mi circulo de movimientos

Por si el anuncio era poco sospechoso (debo agua en Loja, pero quiero que me prestes dinero fiándote de mi palabra) lo que lo hace brillante es la dirección de mail de contacto: wapo_25_ardiente@hotmail.com

BUSCO CUALQUIER NEGOCIO RENTABLE ABSTENERSE COMERCIAL O VENTAS NI NEGOCIOS QUE DEN MENOS DE 10 MIL EUROS AL MES Responder a: gaston__casas@hotmail.com

BUSCO PRESTAMISTAS SIN GARANTIA HIPOTECARIA UNICA GARANTIA FISICA Y PERSONAL GASTON__CASAS@HOTMAIL.COM TB DOY COMISION A QUIEN ME PONGA EN CONTACTO CON ALGUNO

Desde luego, el tal Gastón Casas está apostando fuerte por el mundo de los negocios.
He de reconocer que tengo un nuevo ídolo: Ivan Waltrapas.
Waltrapa es una forma incorrecta de escribir gualtrapa que a su vez es un término que se usa incorrectamente en lugar de gualdrapa:
gualdrapa.
(De or. inc.).
1. f. Cobertura larga, de seda o lana, que cubre y adorna las ancas de la mula o del caballo.
2. f. coloq. Calandrajo desaliñado y sucio que cuelga de la ropa.

En general se entiende este término como algo barriobajero, cutre, medio ilegal.

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A las estrellas por el camino dificil

Cuando estaba terminando el curso de latín de 2º de bachillerato, el único que daría en toda mi vida, comencé a sentir la nostalgia por todo lo útil que acabaría olvidando. Entonces le dije a mi compañero de pupitre que no podíamos salir de un año aprendiendo frases latinas sin, al menos, recordar algunas de ellas.
Desde luego, dejamos pasar algunas soberbias y muy solemnes, como Vivere militare est (Vivir es luchar) que dijera Séneca, o Sunt lacrimae rerum, una frase de la Eneida de Virgilio, de muy discutida traducción, pero que aprendí como “La vida es inevitablemente trágica”.
El caso es que en aquella época uno tiraba por lo fácil, y además del Lupus in aquam potant (El lobo bebe en el agua, aún dudo de si escribí bien todo), sólo se me quedó una frase: Veros amicos in adversa fortuna videbamus.
En aquel entonces, comparada con la frase de la Eneida, esta me resultaba muy sencilla: A los amigos verdaderos en la adversa fortuna los vemos, o un poco más elegantemente, En la adversidad vemos a nuestros amigos.
No conseguí olvidar esa frase, ni el latín, que es una de las asignaturas más bellas que se estudiaban en el instituto. Para mí el latín se presentaba como uno de los huesos más duros del bachillerato, al principio parecía insufrible y requería mucho tiempo para aprender casi nada. Sin embargo, poco a poco uno se iba familiarizando con conceptos que, para esa edad, resultaban del todo nuevos. El hecho de aprender latín, una lengua muerta, en las puertas del siglo XXI hacía que te plantearas el sentido de aprender cosas no tan útiles. Luego, buscando algún tipo de sentido a ello, uno se iba dando cuenta de que era bello en sí el aprender un idioma inútil, porque precisamente uno podía eliminar cualquier atisbo de practicidad en la tarea y dedicarse exclusivamente a aprender el idioma.
Quizás fue la primera vez que tuve la opción de aprender algo puro, sin pretensiones. El lenguaje tiene una elegancia que no he encontrado en otros. Su capacidad para la ambigüedad, su concisión. La frase antes citada, Veros amicos in adversa fortuna videbamus, podría entenderse de dos formas, que hemos visto como a nuestro amigo le van mal las cosas, pero también que reconoceremos a nuestros amigos en la adversidad.

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Problema de peso

A finales del siglo XVIII, Luis XVI constituyó una Comisión de Estudio cuyo objetivo era el de estandarizar las unidades de medida. Entre los miembros de esa comisión se encontraba el mismísimo Lavoisier. Fruto de esa Comisión nació el hoy tan extendido Sistema Métrico Decimal.
Las unidades de medida que allí se declararon tomaban como base el metro y el grave . El grave era una nueva unidad de medida de masa, con símbolo G que equivale al actual kilogramo. Grave tomaba su nombre derivado de la palabra gravedad.
La milésima parte del grave recibió un nombre especial. En lugar de llamarse miligrave se popularizó la palabra gramo.
Tras la Revolución Francesa, empezó a cuestionarse el grave como unidad de medida. Se argumentaba que casi todo pesaba menos que un grave, de ahí que resultara una medida demasiado grande para un uso cotidiano. Comenzó a proponerse el uso del gramo como unidad de medida.
La verdadera razón de la caída en desgracia del grave, sin embargo, fue política: Su similitud con la palabra Margrave, un título nobiliario equivalente al de Conde. Y ya sabemos que en aquella época todo lo que oliera a noble tenía los días contados, de ahí que fuera reemplazado por el gramo.
De ahí se llegó a la paradójica situación actual en que la unidad de medida que sirve como base, el kilogramo, tiene en su nombre un prefijo – kilo – propio de una únidad múltiplo de la base.
La propia definición del kilogramo ha evolucionado mucho a lo largo del tiempo. Originalmente no era más que “cien veces el peso absoluto de un volumen de agua pura que cabe dentro de un cubo cuya arista tiene un céntimetro de lado, a la temperatura de 0ºC”.
Posteriormente se afinó en su definición hasta dejarla en “la masa de un litro de agua pura a la presión atmosférica estándar y a la temperatura a la que el agua adquiera su máxima densidad” (que está en los 3,98ºC).
Sin embargo tampoco acabó convenciendo este valor, ya que la densidad del agua depende de la presión y la presión depende en parte de la masa, por lo que obtenemos una referencia circular que no es válida.

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De la imposibilidad de usar los numeros romanos para la numeracion de las paginas de un libro

Una pesadilla para los maquetadores de otra época eran las notas a pie de página. Dependiendo de dónde se ubique la nota, hay que reservar un espacio al final de la página para que quepa la nota, a ser posible completa y si no continuada en la página siguiente. El colmo de la maldad es cuando la nota llega justo al final de una página. En tal caso la única solución posible es escribir la explicación a la nota en la página siguiente.
Otra cosa muy moderna y actual es la indicación de “véase la página 104”, escrito en la página 24. Como por ejemplo estar en un libro de recetas de pollo e indicar, al que quiera ver recetas de pavo que se vaya a tal página. Esto suele ser sencillo, pero puede dar pie a una situación sin salida.
Imaginad el siguiente libro: la página 45 trata sobre recetas de pollo. La página 99 sobre las recetas de pavo. Y que quiero avisar desde la sección de recetas de pollo sobre las recetas de pavo.
Pensad que si decimos “veáse la página 99”, estamos usando un carácter menos que si decimos “veáse la página 100”. Ese carácter menos puede parecer intrascendente, pero en los libros que tienen el texto formateado para no escribir guiones de separación entre las palabras – la mayoría, este blog es un ejemplo claro – esto puede hacer que al decir véase la página 100 saltemos de línea y sin embargo al decir véase la pagina 99 justo por un carácter no lo hagamos.
El salto de línea de decir véase página 100 puede provocar que justo también provoquemos un salto de página. El salto de página puede provocar que un capítulo que necesite una cara en blanco en las páginas pares acabe teniendo una página más. Entonces puede ocurrir que, según de lo que avisemos, el propio capítulo de las recetas de pavo acabe en la página 99 o puede que incluso más allá de la página 100.
Esto en principio no resulta ningún problema. Podría avisarse de que se trata de la página 101 y, como el número de caracteres no aumenta, acertaríamos.
Si pensamos hacia atrás, avisando desde la página 100 hacia la 45, no hay problema porque puede entenderse la página 45 como perteneciente al pasado, de ahí que la página 100 no pueda influir sobre dónde ni cómo esté la página 45.
Hemos visto que la referencia hacia delante no resulta problemática, pero por un pelo. La causa de ello es que hay una correlación entre el tamaño de un número y el número de caracteres que lo definen. El número 100 es mayor que el 99, pero también el 100 tiene un carácter más que el 99.
Sin embargo, esta correlación no se da entre las cifras en números romanos. El número XV es mayor que el número VIII pero tiene menos caracteres. Si en un libro las páginas se numeran conforme a la nomenclatura romana – algo que suele hacerse para los prólogos y prefacios de los libros – la situación anterior en el límite de la página 99 sería muy complicada e irresoluble. Decir “véase la página IC(99)” puede provocar el nefasto salto de línea y la cascada de terribles coincidencias, hasta desembocar en que la página acaba siendo en realidad la cien, mientras que decir “veáse la pagina C(100)” puede llevarnos a acabar en la página 99.
Es por ello que en los libros nunca deben darse las tres condiciones siguientes:
a) Páginas numeradas con números romanos.
b) Textos que evitan el uso de guiones para separar palabras incompletas.
c) Referencias entre páginas posteriores dentro de un mismo libro.
El caso de los números romanos no es único. También puede ocurrir si enumeramos las páginas con su nombre escrito (once tiene menos caracteres que siete, pero es más grande) o simplemente con cifras de diferente tamaño. 101 ocupa un poco menos de espacio que 100 dentro de una línea y esa insignificante diferencia de tamaño puede hacernos caer en la situación paradójico-irresoluble indicada para los números romanos.

Idiomas flexibles II

Un ingenioso recurso de los lenguajes son los llamados palíndromos: aquellas frases que se leen igual tanto si se hace de derecha a izquierda como de izquierda a derecha. Un ejemplo sencillo es el nombre Ana. Aumentando la complejidad está el clásico:

Dábale arroz a la zorra el abad

Y muchos otros, más o menos ingeniosos.

Anita la gorda lagartona no traga la droga latina.

Átale, demoníaco Caín, o me delata.

El propósito de hacer un palíndromo lo más largo posible tropieza con el sentido de la frase que así se construya. A mayor longitud, mayor absurdo se encuentra en lo que dice la frase. De ahí que los récords de palíndromos siempre resulten controvertidos, por cuanto siempre se puede alargar cualquier frase – por ejemplo añadiendo a un par de Anas dentro de la historia.
Para quien se interese por los palíndromos en castellano, además de la Wikipedia en español, en esta página encontrará referencias al trabajo de Víctor Carbajo, que ha dedicado mucho tiempo a los palíndromos.
Cuentan en este blog que el récord para un palíndromo está en toda una novela escrita por Lawrence Levine con 31.594 palabras. En cualquier caso la lectura de esta “novela” no resulta muy placentera. Los textos suelen ser una sucesión absurda de palabras palindromables con menos sentido que una traducción hecha por Babelfish con dos copas de más.
La citada novela de Levine, titulada Dr. Awkward & Olson in Oslo comienza de un modo que nos hacen sospechar el resto del texto:

Tacit, I hate gas (aroma of evil)

Para terminar con un:

live foam or a sage Tahiti cat.

Quien no haya tenido suficiente, aquí tiene la oportunidad de leer uno de esos extensos palíndromos ejemplos de gramática cogida con pinzas.
La tarea de escribir con palíndromos resultará más o menos gratificante según el idioma. El español no es el más adecuado de los lenguajes, por cuanto las sílabas suelen tener formas muy definidas – la forma consonante + vocal es la más común de todas – y al darles la vuelta el resultado suele carecer de sentido.

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