El caso Madoff

De crisis en crisis y tiro porque me toca. La penúltima, la estafa de Bernard L. Madoff.

El grupo incluia dos áreas separadas: Bernard Madoff Investment Securities LLC, con las funciones de corredor de bolsa (broker) y creador de mercado en acciones norteamericanas (market maker), donde trabajaba la mayoría del personal. Y el area de Investment Advisory, foco de todo el fraude. En esta última Bernard Madoff realizaba las inversiones para Hedge Funds como Fairfield Sentry, Kingate o Optimal (grupo banco Santander).

Me hace gracia el comentario a pie de calle sobre lo sucedido. El sistema llevado a cabo por Madoff era a fin de cuentas una estafa piramidal. Y la gente dice “hay que ser tonto para caer en una estafa piramidal”. Ahora lo dicen con la boca grande, cuando sucedió lo mismo con Afinsa y Forum Filatélico (dos empresas filatélicas) no se decía con tanta alegría como ahora, porque los afectados eran a veces personas con escasos conocimientos, aunque sobrada avaricia.
Ante el caso Madoff los afectados son sobre todo grandes fortunas, primeras espadas de las finanzas mundiales. Para poder invertir con Madoff la cantidad mínima ya era de cientos de miles de euros. La gente se alegra de que los ricos también pierdan.
Pero una cosa: Los que han perdido su dinero con Madoff no eran iletrados económicos como sucedía con los sellos. No son tontos por invertir en una estafa piramidal. Cuando inviertes en uno de estos productos no te atrae el que se les llame “modelo piramidal”. A ti te cuentan por ejemplo que con el dinero que inviertas ellos comprarán una parte de acciones de la bolsa china, una parte de acciones de la bolsa brasileña, futuros de petróleo y del cobre, ventas de yenes sobre dólares y Bonos del Estado alemanes. Que con todo esto harán una mezcla interesante y que basándose en los resultados históricos del fondo de inversión, pueden asegurarte un retorno del 8% anual. Y hasta tal punto están seguros de que será así, que te dan ese 8% por adelantado.
Ante semejante oferta tienes dos opciones: comprar o no comprar. Si quieres comprar, puedes hacer preguntas más detalladas de dichas inversiones y cómo se realizan. Y seguramente desde Madoff Investment Advisory te darían una explicación muy detallada del proceso. No importa si fueras con tu abogado, tu asesor financiero o tu sobrino Master en Finanzas. Salvo que perdieras un par de tardes en analizar toda la información financiera sobre el producto, no tendrías ni idea de si es fraudulento o no. Porque es un producto de enorme complejidad.
No te estoy diciendo que te tuvieras que leer un folleto y consultar dos páginas en Internet. Tendrías que hacer un enorme trabajo profesional para darte cuenta de que Madoff tal vez no era trigo limpio (lo del esquema piramidal no podrías sospecharlo jamás) o no una inversión tan confiable y segura.

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Un hombre honrado

Avidesa (Avícola y Derivados, SA) fue fundada en 1956 por el industrial Luis Suñer, propietario de una pujante empresa de cartonajes. Antes de una década, la empresa incorporó bajo la misma marca la fabricación de helados. El negocio creció. En 1978, Luis Suñer fue el contribuyente que mayores ingresos declaró a Hacienda, 400 millones de las pesetas de entonces (4.000.000$). El industrial se convirtió en una institución en Alzira. Hasta el estadio de fútbol de la localidad lleva su nombre.

En 1981, cuando contaba 71 años, permaneció tres meses secuestrado por ETA, un largo cautiverio que sacudió a la opinión pública. Suñer nunca recuperó el aliento y fue relegado a cargos honoríficos en su imperio hasta su muerte en agosto de 1990.

Luis Suñer es famoso por ser el hombre que más pagaba a Hacienda. Ni SICAVs, ni cuentas suizas, ni ingresos encubiertos. Resulta grotesco que el hombre más rico de España, sobre el papel – o lo que es lo mismo, el rico más honrado – simplemente dirigiera una empresa de helados.

G8

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En estos días en que se hablan de todo tipo de organizaciones de países ricos, que si el G8, que si el G20, que si el G22, que si el G8+5, resulta curioso investigar quién ocupa esa octava posición como potencia económica.
La gráfica de más arriba es la estimada para el 2007, según los datos del Fondo Monetario Internacional. Estos datos son aproximados, hasta el punto de que la Wikipedia muestra en paralelo otras listas no menos prestigiosas (como la del Banco Mundial) encontrando notables divergencias en las cifras para importantes países.
De todos los puestos, quizás el octavo sea el más abierto de todos. Hasta el punto de que en función de los vaivenes actuales, los países pueden turnarse cambiando de puesto incluso varias veces al día.
Por ejemplo, dada la notable apreciación del dólar respecto del euro, es de esperar que México suba muchas posiciones en ese ranking y se acerque paulatinamente al octavo puesto. Si el dólar sube un 3% respecto del euro en un día, algo nada infrecuente, Canadá estará por encima de España, ocupando el octavo puesto. Una bajada del dólar le haría retroceder.
Del mismo modo, las fluctuaciones en el precio del petróleo pueden convertir a Rusia en un octavo clasificado, al menos durante unas horas. Las posiciones están tan ajustadas que en un año cualquiera de los siguientes países podría ser el octavo:
España, Canadá, Brasil, México, Rusia, India o Corea del Sur.
En cualquier caso toda esta discusión no tiene sentido ya que el G8 es un club formado por ocho países, los ocho que eran los más ricos en el momento de la fundación. Lo que cuenta no es tanto la riqueza sino el hecho de haber estado ahí cuando se fraguó la asociación.
Por ello se podría congregar un G’8:
A este nuevo club se le podría llamar el de los países aspirantes al G8 que no están en el G8, más Canadá, menos China.
Una explicación más sencilla sería la de los ocho países que aspiran al puesto de octava economía mundial. En este selecto club estarían los antes citados y tal vez Australia.

Los veinte y uno más

Este fin de semana será la cumbre en que se tratará de encontrar soluciones a la crisis financiera mundial en que nos encontramos. El Presidente del gobierno español ha conseguido encontrar una silla en tan importante reunión. La voz de España se hará oír entre la de los principales países del mundo.
¿Y qué tiene España que decir? Eso a nadie le interesa. A lo que va España es a controlar que no se diga nada que pueda perjudicarnos. España, es decir, el equipo del gobierno de España que vaya a dicha cumbre, formado principal, necesaria y vergonzosamente por traductores de inglés, no tiene nada de que hablar. Quizás si lo tuviera, lo habría mencionado ya.
España va a hacerse la foto. Una foto más bonita que la famosa de las Azores, pero una foto al fin y al cabo. España va más que para estar ahí, para decir que ha estado. Eso no importa si lo que se debate es el invadir un país o empezar una guerra. Pero si de lo que se trata es de arreglar el mundo, porque hace falta, porque ya es un poco demasiado tarde, el que un acomplejado presidente insista en ir es más un problema que una ventaja para los españoles.
Porque en esa cumbre no se van a dar medidas que nos puedan perjudicar. Al fin y al cabo nuestros intereses son similares a los de Francia, Italia o Alemania. En muchos aspectos casi idénticos. En lo único que podríamos salir perjudicados es en que nos quitaran territorio, ahí Alemania no abriría la boca. Pero no creo que de la Cumbre saliera la idea de repartir las Islas Canarias entre los principales Bancos Mundiales.
En España se han hecho muchas cosas bien, algunas muy bien, mejor que en el extranjero. A veces las medidas decisivas las han tomado personas que nadie conoce, como la famosa que impidió la creación de extraños derivados que pudieran venderse. Los temibles paquetitos de las subprime. Pero España no puede dárselas de país ejemplar. España no puede ni siquiera pensar en ir a Washington a sacar pecho. Y seguramente lo intente hacer.
Ahora mismo nos estamos desayunando con noticias de que Gazprom, la empresa gasista rusa, está interesada en comprar el 20% de las acciones de Repsol (actualmente en propiedad de Sacyr-Vallermoso, que necesita ese dinero para pagar facturas). Y por supuesto todo el mundo está en contra de que una empresa rusa ponga un pie tan grande en una compañía tan importante. Y así lo dicen.
Lo cierto es que con todo descaro hablan de que se interviene en el hipotético libre mercado, se impide la compra de una parte de una empresa por otra, sólo porque es rusa. En este caso es comprensible que haya cierto miedo. Pero al gobierno le da igual, al gobierno lo que le preocupa es que dejen de existir media decena de sillas donde sentar a amigos, cuñados, primos, sobrinos y donde sentarse ellos mismos cuando se retiren de su mandato. No es una protección ante una empresa peligrosa, es el asegurarse la jubilación para unos cuantos a los que se les deben favores.
Porque lo mismo que pasó con Gazprom pasó hace poco con Eon, una empresa alemana – o lo que es lo mismo, a efectos legales una empresa española. Aquí no queremos empresas extranjeras, que en el Consejo de Administración de Endesa hay 100 sillas. Aquí no hay ley, ni interés público, aquí hay un intervencionismo descarado, de difícil explicación. Pero que aún así, se explica.
Cuando se produzca la Cumbre de Washington hay un enorme miedo que circula en el ambiente: que todo se quede en papel mojado. Como la famosa cumbre de Kioto, de la que se habla mucho pero se hace poco. Al principio se pensó que si iban pocos a la cumbre, los demás países no estarían dispuestos a colaborar o a aceptar decisiones unilaterales. Entonces se amplió a los tuertos en países de pobres. Y ahora también España. Cuantos más países, más difícil es que se vote una medida por unanimidad. Y si hay votos en contra, hay reticencias. Y si hay demasiadas diferencias, a lo mejor ni se llega a nada. Y si llega un retrasado mental que decide hablar de algo que no es realmente prioritario, quita tiempo a que se hable de lo decisivo. Y luego, no se hace nada, y la casa sin barrer.
Por eso casi preferiría los tiempos de Yalta en que se juntaban los cuatro más listos y decidían y aquello iba a misa. Ahora con el empalago democrático, que no se puede aplicar como si fuera una panacea gubernamental, para cualquier pequeña decisión es necesario consenso. Y entonces ocurre una de dos: se vota y lo que elige la mayoría sólo lo hacen los que han votado a favor – como en Kioto – o sencillamente no se llega a ningún acuerdo, no se arregla nada, todo se deja igual.
Y entonces cuando haya mucho paro en el 2009, le echamos la culpa a las empresas – que tendrán su parte, pero no toda. Si la cumbre fuera de Ministros de Economía, tendría alguna esperanza. Siendo de dirigentes, me espero unas estupendas fotografías. Y un Lunes Negro.
Estuve tentado de incluir esta entrada en la categoría de “La frase”, con el excelente refrán español:

El onceno: no estorbar.

Es decir, el 11º mandamiento, del que no habló Moisés, pero quizás porque se sobreentiende: no estorbar. Con los tiempos que corren, esperemos que no se transforme en un El 21º: no estorbar.

Diez consejos para ahorrar en tiempos de crisis

Ahora que los periódicos nos bombardean con listas de obviedades para ahorrar (compra marcas blancas en vez de productos publicitados, ve en autobús en vez de ir en taxi) voy a contribuir con una de ellas, pero esta es de un periódico de 1916, del The Times londinense. La crisis en cuestión era la I Guerra Mundial. Estos son sus diez consejos:

  1. Pagarle un 25% menos a los criados
  2. No tener invitados para dormir en casa
  3. Nada de entretenimientos; Ni teatro; ni salidas; ni taxis; sólo viajar en tercera clase.
  4. No tomar ni vino, ni licores, ni fumar.
  5. No debemos comprarnos ni una sola nueva prenda de vestir, por lo menos durante un año.
  6. No comprar periódicos, salvo The Times y una revista para mujeres a la semana.
  7. Si se juega al golf, sin caddie y sólo en el campo de golf que nos pille más cerca.
  8. Nada de regalos de boda, de cumpleaños o por Navidad.
  9. Una estricta economía en los alimentos; nada de sopas, entrantes o dulces (como frutas caramelizadas) o frutas, más allá de lo estrictamente necesario para la salud de los chicos, y salvo lo que tomemos de nuestro propio jardin; piezas menores de carne, purés huérfanos y comida de lo más simple posible.
  10. Ahorro estricto en carbón, gas y luz eléctrica.

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En este caso se trata de un contrato que firmaron marido y mujer, para racanear con el visto bueno de la ley.
Fuente: The Times online.

Vía:
El blog del archivo del Times.

Enron

Uno de los mejores artículos que he leído en toda mi vida fue este que publicó Malcolm Gladwell sobre Enron.
Enron era una de las principales empresas eléctricas de los Estados Unidos, hasta que de golpe y porrazo, casi de la nada, quebró.
El alcance del fraude y la corrupción de este caso se refleja en una leyenda urbana. Esta dice que el escándalo de Enron provocó que Andersen Consulting cambiara su nombre al de Accenture, para tratar de borrar toda relación con tan oscuro suceso (Andersen Consulting se escindió de la firma auditora de Enron, Arthur Andersen en 1998 y sólo compartía el Andersen del nombre, sin ningún tipo de relación en el caso).
Ya nadie se acuerda de Enron, pero en su momento fue una sensación. El artículo de Gladwell era increíblemente valiente. Salió en defensa de los directivos de Enron, explicando que aunque tal vez no fueran angelitos, ni siquiera ellos eran conscientes de lo que estaba ocurriendo.
Gladwell no tomó una postura. Simplemente investigó sobre la historia tras casi seis años desde el escándalo, que dan perspectiva suficiente. Y se atrevió a indicar que tal vez la culpa no fuera de los directivos, sino del sistema financiero y empresarial que era tan terriblemente complicado que había llegado a un punto en que nadie era capaz de saber lo que se estaba cociendo en su propia cocina.
El caso de Enron se destapó de forma extraña: un periodista, Jonathan Weil, leyó con detalle el informe trimestral de Enron, y tuvo la sospecha de que algo no le cuadraba. Por supuesto no era del Cinco Días o el Expansión, sino de un periódico serio. Pidió tiempo en su trabajo para que le dejaran investigar con más detalle. Y tras casi un mes, fue capaz de discernir que las operaciones que estaban realizándose no eran todo lo correctas que los datos parecían mostrar.
No es un caso como el Watergate en que los periodistas tuvieron que pagar a soplones, poner detectives y seguir pistas. El periodista simplemente se bajó los excel de internet y se puso a trabajar con ellos. Era información pública disponible para cualquiera que la quisiera consultar.
Gladwell hacía una exposición sencilla: si un buen periodista económico, tras consultar a varios de los mayores expertos en contabilidad e inversión de los Estados Unidos, necesitó más de un mes para darse cuenta del problema, ¿Cómo podían en la empresa ser conscientes de lo que estaba sucediendo? Nadie tenía un puesto lo suficientemente alto y unos conocimientos lo suficientemente técnicos (además de una disponibilidad de tiempo) que le permitieran observar la perspectiva global de lo que podía sucederle a la empresa. Los jefes de muy arriba sólo firman las facturas, los de abajo sólo preparan los informes.
Gladwell defendió a unas personas de las que sólo se han dicho cosas negativas: ladrones, estafadores, timadores, tunantes, embaucadores. Por supuesto, recibió numerosas críticas por su artículo. Además, él ni siquiera es un economista.
Gladwell escribió su artículo sobre Enron en enero del 2007, cuando la palabra subprime en Google apenas si registraba unos 500 resultados. El problema de las subprime – y todo lo demás – es ese: todo es tan complicado que al final no sabes ni lo que estás comprando.
Gladwell tiene un blog extraordinario: sólo ha publicado cuatro entradas en su blog en lo que va de año. No harías mal en añadirlo a tus favoritos.

Crisis de pobres

Vivimos un tiempo para tópicos económicos. El que más se oye ahora es que las crisis siempre las pagan los mismos, los pobres. Que si socializar pérdidas y privatizar beneficios.
Con esta crisis se supone que los que más están perdiendo son los pobres, mientras que a los ricos se les está buscando la forma de condonar las pérdidas. Esta lectura de la situación es en términos generales más propia de un patio de colegio. Es la políticamente correcta y la que defenderé en las conversaciones de café pero no tiene nada que ver con la realidad.
Las familias numerosas que han perdido sus casas, que suele identificarse con un “han perdido todo lo que tenían”, las disparadoras de la crisis de las subprime, eran unas familias con trabajos perentorios, sin perspectivas reales de mejora y que se compraron una casa mucho más allá de sus posibilidades. No tenían casi nada y se comportaron como si tuvieran derecho a tener algo. Quizás sí tuvieran derecho pero eso no les autorizaba a hipotecarse por aquello a lo que creían tener derecho. Los derechos primero se consiguen y luego se paga la factura con ellos. Pero nada de comprar por adelantado.
Estos pobres no han perdido tanto. Nunca tuvieron nada, todo fue una ilusión pasajera. El que ha disfrutado de estos años de bonanza y no tenía un céntimo en el banco y ahora se encuentra en el desempleo, pues tampoco ha perdido casi nada, pues nada tenía.
Los ricos sí que han perdido dinero. Muchísimo dinero. En cantidad desde luego mucho más que los pobres. Pero también de forma cualitativa.
Una persona que se haya quedado sin trabajo ahora cobrará el 70% de su sueldo. Quizás algo menos. El que no tuviera desempleo y haya perdido el trabajo estaba ya en una situación económica muy delicada, la crisis sólo ha destapado su realidad.
Los ricos sin embargo han perdido en muchos casos más de la mitad de su dinero en apenas un par de meses. Sus diversificadas inversiones en carteras equilibradas han bajado un 50% de valor en pocos días. Los ricos son ahora la mitad de ricos. Cierto es que aún están muy lejos de esos pobres, pero el sueño de conseguir un equilibrio en la riqueza, a consta de que los demás regalen lo que tienen, es muy peligroso.
Esta es una crisis que está golpeando mucho más fuerte a los que más tienen. Por eso se reúnen los jefes de Estado de todo el mundo. Por supuesto que hay mucha gente que ha perdido su trabajo y sus ahorros. Gente de clase media ahora se ve rozando la indigencia. Pero en el promedio, los pobres están perdiendo menos que los ricos. Por ahora.
Nota: Como todo hay que explicarlo, yo no soy uno de esos ricos.

La economía de la caballa

Las películas americanas insisten en mostrarnos que la economía carcelaria se mueve por paquetes de cigarrillos. Sin embargo, desde el año 2004 en que se prohibió fumar en las cárceles estadounidenses, la economía del tabaco ha desaparecido.
El típico personaje que es capaz de conseguir cualquier cosa a cambio de unos cuantos cigarrillos o las apuestas clandestinas, tuvieron que encontrar un sustituto. Al final el dinero es una necesidad y hasta en un lugar tan poco edificante como las cárceles, surge de forma natural.
El sustituto ha sido bastante extraño: La lata de conservas de caballa. Bueno, no es precisamente una lata (porque no es de metal, dado el riesgo que conllevaría en un lugar tan peligroso) y tampoco el pez es caballa, sino verdel, un pez muy parecido.
La situación es la siguiente: en la cárcel no se puede tener dinero, puesto que está prohibido. La única solución está en que los familiares o amigos desde el exterior compren bienes a los prisioneros. Antes compraban tabaco pero ahora está siendo el verdel envasado el que acapara las compras.
Esto de por sí es curioso, pero más si tenemos en cuenta que nadie compra conservas de verdel fuera de las cárceles, salvo en la India donde es relativamente popular. Los fabricantes se han visto sorprendidos (y encantados) ante tan extraño cliente: el sistema penitenciario. Hay una enorme demanda de este pescado en las cárceles, pero fuera de ellas las ventas son marginales. En las cárceles se vende mucho más que conservas más populares, como el atún.
Y el hecho de que tampoco en las cárceles se suela consumir mucho. La gente consigue la lata y la utiliza como moneda de cambio, pero son pocos los que deciden abrirla para comer el contenido. El valor residual del producto desaparece, se ha convertido en una moneda más.
Esta suerte de caballa no es desde luego la única moneda posible. Cada cárcel tiene su propia economía pero es la del verdel la más popular de todas. En otros lugares se usan sellos como unidad de intercambio. Hay también donde la lata popular es la de atún. La conserva de verdel triunfa precisamente porque nadie se plantea comerla. Y porque su precio tiene una contrapartida casi exacta en un 1$, lo que facilita mucho las transacciones. Una ironía del destino es que en la cárcel texana de “El Atún” se use como moneda la lata de verdel en lugar de la de atún.
La conserva de verdel tiene sus propios problemas como moneda. Por un lado ocupa mucho más espacio que un billete, con lo que para una persona muy rica supone un verdadero problema el almacenaje de tantas latas. Existe hasta la figura de pequeño banco: una persona alquila un espacio en su taquilla para que otra pueda guardan en ella sus latas. Otro problema es la inflación. Cuando un preso tiene próxima su salida se encuentra con decenas de latas de pescado que no tienen valor alguno en el exterior, por lo que trata de deshacerse de ellas, aunque sea a precio de saldo. Esto provoca que los bienes se encarezcan, ante el brusco aumento de liquidez en el sistema (hay más dinero circulando por lo que la gente está dispuesta a pagar más por lo mismo).
Fuente: Uncommonbusiness. Es extraño pero se trata de un blog que se dedica a copiar contenidos íntegros de otras fuentes, sin citarlas. En este caso, la fuente original es este artículo del Wall Street Journal. Sin embargo eso no impide que sea un buen blog pues sabe seleccionar lo mejor de sus fuentes. Otras dos historias aquí expuestas extraídas de él fueron:

Ladrillo tangible

Cada día que pasa siento que más equivocado estaba al pensar que la subida irracional de la vivienda tendría un final dramático.
La crisis de confianza, crisis de materias primas, crisis de consumo, crisis bursátil, crisis financiera o la acumulación de todas ellas, está haciendo buenos los soniquetes de los jubilados que vaticinaban aquello de que el ladrillo nunca baja.
Porque la vivienda podrá bajar un 30, un 40 un 50%. Quizás aún más. Pero son pérdidas razonables comparadas con la debacle que está ocurriendo en la bolsa. General Motors cuesta ahora 10 veces menos que hace un año. Cierto que es una de las empresas más castigadas por la crisis (por todas ellas) pero también estamos ante una de las más importantes del mundo que ya venía de haber pasado unos años muy malos.
Si 300.000 euros de General Motors pueden en un año pasar a valer 30.000 euros, ¿Tan mala inversión puede haber sido comprar un piso?
La crisis en la bolsa ha hecho renunciar a los bancos centrales. La bajada de tipos significa renunciar a controlar la inflación. Si se deja correr la inflación como en los viejos tiempos, esas infames letras de la hipoteca pasarán a ser llevaderas tras pocos años.
Hoy parece claro que comprar un piso en la cúspide de los precios era económicamente más rentable que invertir en una empresa saneada de cientos de miles de empleados.
Eso, es muy preocupante.
La diferencia quizás esté en que esta situación puede ser temporal. En cualquier momento se puede dar ese rebote mágico hacia arriba. La deuda de 300.000 euros por un piso es para toda la vida. Pero visto lo visto, ya no pondría la mano en el fuego.
Cosas veredes, Sancho.

Test del pobre

Hay un dicho que dice “No es más rico el que más tiene sino el que menos necesita”. Aceptándolo como cierto no será más pobre el que tenga un sueldo más bajo, sino el que más dependa de él. Y eso suele verse no tanto en los ceros a la derecha de la nómina, sino en hasta qué punto el empleado es consciente de cuando llega esa nómina y cuánto trae.
1. ¿Sabes cuando suele pagar tu empresa la nómina del mes?

  • a. Lo sé más o menos. “Suele pagar el 30 o 31 de cada mes.” + 1 punto
  • b. Lo sé con bastante precisión. “Pagan el 29 de cada mes, salvo que sea sábado o festivo, en que se traslada al siguiente día.” + 2 puntos
  • c. No lo sé. + 0 puntos.

2. ¿Podrías precisar tu sueldo exacto.

  • a. Mi sueldo tiene menos de cuatro cifras. + 1 punto.
  • b. Me sé hasta la cifra de las decenas. + 2 puntos.
  • c. Me sé hasta la cifra de las unidades. + 3 puntos.
  • d. Me sé hasta los decimales. + 3,5 puntos.

3. ¿Consultas el saldo del banco para saber si ha llegado la nómina?

  • a. La miro el día previsto de pago. + 1 punto.
  • b. La miro el día previo, por si acaso. + 2 puntos.
  • c. Me di de alta en banca online sólo para poder consultarla. + 3 puntos.

4. Si no te pagaran este mes.

  • a. Entraría en números rojos a lo largo del mes. + 2 puntos.
  • b. Entraría en números rojos en la semana siguiente a la ausencia de pago. + 3 puntos.

No necesitas que un idiota te explique los resultados. El mínimo posible es 0 puntos y no hay que ser Botín para llegar a ellos. El máximo posible es 12,5 puntos.