La falacia del interés compuesto

Seguro que habéis visto un montón de veces gráficos alabando las virtudes del ahorro empleando el interés compuesto. Son esas gráficas del tipo cuando Aaron tenía 20 años fue ahorrando 10 euros cada mes, reinvirtiendo los ingresos de los intereses devengados. A los 65 años tenía mil millones de euros en su cuenta.

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Sin embargo no es oro todo lo que reluce. La historieta de maravilla de la fórmula del interés compuesto para convertir nuestros ahorros en millones es bastante poco sólida y contrariamente a lo que pudiera pensarse uno no encuentra en internet muchas refutaciones a algo tan sencillo.

Pero vamos, que si no conoces la fórmula del interés compuesto y cómo funciona a largo plazo mejor que no sigas leyendo, pues es como si tratas de entender la refutación del Ataque Traxler o los errores de la contabilidad del ayuntamiento de Atenas.

El interés compuesto se basa en que su fórmula se rige por un crecimiento exponencial. La función exponencial crece moderadamente al principio pero en poco tiempo su subida es de las más pronunciadas que se puedan esperar.

Así, si guardamos 10.000 euros para nuestro bebe recién nacido hoy y los invertimos en una cuenta al 5% de interés, y nuestro hijo no toca ese dinero hasta su jubilación, tendría pasados 65 años la friolera de 238.000 euros. Y si guardamos simplemente diez mil euros cada año, desde que nace hasta que llega a la mayoría de edad (18 años), tendríamos para él ahorrados nada más y nada menos que 47.760 euros.

Es decir, que si eres capaz de guardar diez mil euros para tu hijo, podrías darle para su jubilación casi tanto dinero como si le tocara la lotería de Navidad.

La historieta sobre todo se hace realizando cálculos de cara a la jubilación. Si ese hijo hipotético decide seguir ahorrando 10.000 euros al año hasta su jubilación, continuando con nuestras enseñanzas de padres ahorrativos, acabaría acumulando un patrimonio envidiable: 660.000 euros.

Según puede percibirse, cuanto antes se produzca ese ahorro, mayor es la repercusión a largo plazo.

Historias como esta inundan la red. Suena estupendamente y las matemáticas no fallan. O sí.

Partamos del supuesto anterior: 10.000 euros ahorrados cada año durante 65 años a interés compuesto se convierten en 660.140 euros.

El primer fallo de la fórmula de interés compuesto es el ignorar la existencia de impuestos. Estamos acostumbrados a declarar céntimos de euro de intereses sobre nuestras cuentas bancarias. Pensamos que es un dinero al que no se aplica Hacienda. Pero claro, eso ocurre con las cantidades pequeñas. Para nuestro hijo en pos de jubilación, a partir de ciertas cantidades cada año el Estado se llevaría un bocado de los beneficios obtenidos.

Digamos que Hacienda se queda un 15% del beneficio obtenido por los intereses de cada año. Eso supone tener que recortar a nuestra jubilación un 15% de los intereses de cada año. No hay que cometer el error de restar un 15% del total, sino de los supuestos intereses, pues Hacienda cobra anualmente. Eso convierte el tipo de interés del 5% en un mero 4,25% y los ahorros a final del último año caen hasta los 436.000 euros. ¡Hemos perdido casi 130.000 euros en impuestos!

El segundo fallo es el emplear intereses muy generosos. En la imagen que hay más arriba se compara a dos familias, los Zinns y los Wynns. Los primeros invierten al 4% y los segundos, que son más listos, al 5,13%. En la segunda imagen muestran los cálculos directamente con un 8% de interés.

Si volvemos a nuestro ejemplo, el hacer lo mismo con nuestro hijo, a un tipo de interés del 5% reporta 480.000 euros. Pero si en su lugar usamos un 8% ya nos vamos a casi millón y medio de euros.

¿Por qué se usan esos tipos de interés? Pues porque de forma lasa se recurre a dos datos del pasado: la media de retorno de la bolsa a muy largo plazo o los tipos de interés del pasado. Sin embargo si en lugar de recurrir a toda la historia reciente uno se limita a la última década puede afirmar que tanto unos como otros no han sido tan elevados. Si me voy a la página de ING, en su cuenta remunerada me están proponiendo por un depósito a 12 meses para cantidades superiores a 50.000 euros un 2,10%. ¡Oiga que yo lo que quiero es un 8% y de por vida! Y lo que ofrece ING es de lo mejor del mercado, a día de hoy.

La realidad es que conseguir rentabilidades estables superiores a ese 2% no es sencillamente posible. Los tipos de interés dependen de muchísimos factores y las épocas de tipos elevados se turnan con las de tipos más modestos. Los controles de los bancos centrales hacen pensar que a largo plazo los tipos no serán muy elevados y desde luego no del 8% anual de promedio. Cuando la gente se asfixiaba con los intereses de las hipotecas los tipos estaban al 5% y se hablaba de “máximos históricos”.

Es decir, que del 2% que puedo conseguir ahora al 8% que alegremente se rellena en las gráficas hay un salto increíble. Es cuatro veces más. O un 100% más si pensamos en un 4%. No es un poquito, es el doble, el triple o el cuádruple. Como son porcentajes pequeños normalmente transigimos con ellos. Ya lo he dicho otras veces, que estamos tan dispuesto a aceptar que hay un 8% de zurdos, de celíacos o de homosexuales como un 5% o un 3%. Son números bajos y psicológicamente permitimos unos rangos de fluctuación que en realidad son enormes.

El tercer fallo, y el mayor de todos, es que vemos euros del presente cuando en realidad son euros del futuro. Y eso se debe a que en toda esta operación estamos eliminando al más importante de todos los actores: la inflación. ¿Por qué un banco te daba un 10% de interés hace 20 años? Pues porque la inflación era del 9%. El tipo de interés que te ofrezcan siempre está en relación con la inflación y normalmente el margen entre uno y la otra es muy bajo. Si lo estimamos en un mero 2% (lo que me está ofreciendo ING en tiempos de inflación casi cero) entonces nuestros ahorros se van a cantidades de miseria.

El ahorro que a un 5% continuado, idílico y optimista se convierte en 480.000 euros, a un simple 2% no es más que 133.000 euros “de hoy”. Se puede soñar con que uno puede conseguir tipos de interés más altos (porque es muy listo y sabe invertir en bolsa) pero la realidad es tozuda. La proporción siempre va a ser del 1,5-3% en dinero del presente. En un futuro 480.000 euros pueden ser como las 480.000 pesetas de nuestro reciente pasado.

En resumen, que las tablas de interés compuesto son muy buenas para enseñar el concepto del ahorro. Pero la realidad es que la función exponencial no crece tan rápido cuando tenemos tantos enemigos en contra. Los impuestos, las rentabilidades reales y la inflación. Y porque con la Iglesia no hemos topado.

Países que han sido potencias económicas

1923

El 1923 Argentina era el décimo país por PIB pero cápita del mundo, con 3.898$. Superaba a Francia (3.754$) y Alemania (2.750$).
El primer país era Estados Unidos, pero el segundo era Australia y el tercero Nueva Zelanda.

Argentina mantendría esta posición económica hasta terminada la segunda guerra mundial. En el año 2002, tras la tremenda crisis sufrida en el país, habían caído al puesto número 65 del ranking mundial en lo que a ingresos medios por habitante se refiere.

1957

En 1957 los primeros puestos los seguían ocupando los tres países árabes en lo que renta media se refiere. Mirando los puestos de arriba uno descubre a:

Estados Unidos (5º puesto) 10.920$
Venezuela (6º puesto) 10.058$
Nueva Zelanda (7º puesto) 9.045$

Noruega, uno de los líderes actuales, sólo tenía unos ingresos medios por habitante de 6.711$ en 1957.
Venezuela ahora tiene 6.988$ de ingresos medios y Noruega ha subido hasta los 26.033$.

1976

En 1976 la renta media por habitante de Gabón era de 12.341$. La de Alemania de 12.684$. Gabón era uno de los primeros países en esta media de ingresos por habitante, eclipsando a países como Italia (11.385$) o España (8.599$).

El PIB per cápita de Gabón a día de hoy es de 6.977$, uno de los más altos entre sus países vecinos pero alejado de los puestos de gloria que conoció hace 30 años.

Fuente: Historical Statistics
Relacionados: El G20 en el año 1500.

Kindle

Me hubiera gustado empezar la entrada mostrando la caja del paquete en el que llega el Kindle y luego ir sacando fotos sucesivas del proceso de desembalaje. Pero la verdad es que es algo que siempre me ha parecido entristecedor y que ni soy bueno haciendo fotografías ni desempaquetando regalos.

Bueno, el Kindle es el lector de libros electrónicos de Amazon. No voy a hacer una reseña al uso pues porque esas siempre abundan. No por ello serán menos útiles que esta. Lo que quiero recalcar es lo que no vi en la publicidad y en esas reseñas de fotos de cajas.

Diseño y usabilidad del Kindle

Lo primero que me llama la atención es que en muchos sitios para hablar del Kindle se muestran fotografías del modelo más antiguo de todos (el Kindle 1) incluso en la propia página principal de Amazon. Es algo que realmente no tiene sentido pues ese modelo ya ni siquiera se vende. Supongo que en el caso de Amazon es una mezcla de despiste y de depender de alguna empresa subcontratada. En los blogs es la típica desidia de “compartir” la primera foto que se encuentre a mano.

El Kindle no tiene un diseño muy elegante que digamos pero en mi opinión este es uno de los últimos aspectos a la hora de comprar un aparato que es eminentemente práctico. Los materiales no parecen de primera clase y la carcasa es en sí misma baratuza, algunos controles son endebles y hacen temer por la integridad del cacharro. Me recuerda un poco a esas calculadoras grandes de conversión a euros. Si se rompe un botón importante tienes que tirar el cacharro entero a la basura.

A la hora de hacer cuentas sobre si comprar un Kindle o no uno debe tener muy en cuenta que no es un aparato para toda la vida. Los que realizan las estimaciones más optimistas hablan de dos años de vida útil, lo que es muy poco. A la hora de hacer matemáticas, si el aparato cuesta 250€, esto quiere decir que aproximadamente pagas 10€ al mes por el Kindle, luego para que te salga más barato que el equivalente en libros de papel, tienes que ahorrarte una cantidad superior a esa cifra.

Al precio del Kindle hay que añadir el de la funda, que no viene de serie. El Kindle sin la funda me parece un aparato sin sentido alguno, es como llevar un portátil por la calle sin funda. No deja de ser un aparato muy frágil y sin ella es carne de accidente. También la funda facilita bastante la lectura. La funda del Kindle cuesta otros 30$ que hay que incluir al presupuesto. No, no venden fundas del Kindle en los chinos. Todavía.

Comparación con el libro de papel

El Kindle en ningún momento recuerda a un libro convencional, más recuerda a un pequeño PC o a un móvil grande que a un libro de papel. El parecido principal es que no emite luz, con lo que no se cansa la vista. Eso es cierto.

En las reseñas he visto mucho que la pantalla no da reflejos y eso me parece totalmente falso. La sensación es la misma que cuando lees un libro de papel con un cristal o plástico transparente encima: se producen brillos cuando la luz da directamente sobre la pantalla. Desde luego no es para nada terrible y no entiendo por qué la gente no puede reconocer eso.

Luego el hecho de pasar páginas y tal es mucho más cómodo que en un libro y el no perderte continuamente buscando la página o el renglón por el que vas hace que se lea mucho más rápido que en un libro de papel. Se dice que en recuperar la posición por dónde se iba leyendo se va un elevado porcentaje del tiempo de lectura, con lo que teóricamente con el Kindle se debe leer a más velocidad.

Lo peor de pasar al Kindle es que la vuelta atrás cuesta. Tras usarlo un tiempo los libros parecen pesados e incómodos y no apatece leerlos. El hecho de que sea un aparato tecnológico lo hace sofisticado y es por eso que una parte de nuestra mente se siente atraída por leer de esa forma.

Me recuerda a escribir a máquina frente a hacerlo a ordenador. De la primera forma se hacía más rápido pero había algo de agradable en hacerlo a ordenador (aparte de poder procesar los textos) que hizo que esa opción se tornara indiscutible vencedora.

Un aspecto a tener en cuenta con el Kindle es que siendo un aparato electrónico es muy frágil y susceptible de ser robado. Nadie roba libros, especialmente si no son best-sellers y no están en perfectas condiciones. Pero algo que parezca remotamente a un ordenador es muy atractivo para cualquier mangante. Un libro se puede caer dentro de un bidón de aceite y se puede seguir leyendo pero si a un Kindle le toca una gota de agua malintencionada, o recibe un golpe inesperado deja de funcionar para siempre.

Aspectos muy positivos del Kindle

a) La perpetua conexión a Internet de gratis. Aunque en Europa no se puede usar más que para cuatro cosas, tener una conexión a Internet que podría ser hackeable y sin tener que pagar es algo que vale dinero de por sí.

b) El acceso a la Wikipedia de gratis. Por supuesto a la Wikipedia en inglés. Si no tienes nada que leer, tienes entretenimiento y lecturas de calidad garantizadas de por vida.

c) El diccionario de inglés integrado. Una maravilla para los que saben inglés y tiene de vez en cuando alguna duda que antes lo que hacían era pasar del tema y deducir el significado (más bien obviarlo).

d) Que puedes comprar los libros online y navegar por las páginas de Amazon de gratis. Amazon es otra fuente interesante de información y las reseñas de libros suelen ser uno de sus puntos fuertes.

Puedes conseguir nuevas lecturas de calidad en cualquier instante y en cualquier lugar ¡Del mundo! Los viajeros de pacotilla que se mueven mucho por la T4 están acostumbrados a la omnipotencia con sus teléfonos móviles, pero en cuanto salen de España se encuentran sin tarifas de internet y tienen que recurrir a los incómodos e inseguros ciber cafés o las inexistentes redes wifis abiertas.

Con el Kindle puedes comprar un libro o un periódico del país que quieras en un instante. Eso no me parece una ventaja sino una maravilla.

e) Desde la página de Amazon te puedes descargar muchos contenidos gratis a modo de prueba, primeros capítulos de libros, suscribirte a prueba a un periódico durante un par de semanas (y luego no pagar y suscribirte a otro, etc.)

Creo que esos puntos son los fuertes del Kindle tal vez respecto a otros sistemas. Inconvenientes que le veo:

Aspectos negativos del Kindle

a) Las páginas de Amazon que ves desde el Kindle son versiones reducidas de la misma página en la web y eso hace que no puedas decidir tanto sobre si comprar un libro o no. A mi no me importa leerme 20 reseñas extensas antes de comprar un libro y en el Kindle sólo ves unas pocas.

b) El sistema operativo es de Linux y ya se me ha colgado dos veces (dos veces más que el Windows 7 que uso muchísimo más). Que una aplicación tan sencilla se cuelgue en según que casos, es un poco triste.

c) Los libros están protegidos con DRM, cosa que me parece lógica desde el punto de vista de Amazon. Es un defecto para mi, pero no para los que venden los libros que lógicamente están mirando por su bolsillo.

Amazon ha hecho su aparato como le ha parecido a la gente que allí decide, que normalmente no son bloggers ociosos que publican entradas desde el trabajo mientras hacen como que trabajan. En Amazon cometen errores pero tecnológicamente no tienen a nadie que les tenga que dar lecciones. El Kindle es un aparato que impone respeto, te das cuenta de que gente con mucha cabeza ha estado ahí dando opiniones inteligentes en todo el diseño del producto, hay cosas que gustarán más o menos pero no dan muchas ganas de criticar por criticar.

d) Muchos libros no están en Kindle ni jamás estarán en Kindle. Para un lector exquisito, el Kindle nunca será la única fuente para obtener libros.

e) Amazon tiene en los acuerdos de distribución sobre el material de Kindle la proporción 70%-30%. El dueño del producto se queda con un 30% del precio que Amazon imponga mientras que Amazon juega con su margen para hacer los descuentos y pagar al que haya que pagar (como las operadoras de telefonía para su red de distribución). Esta forma de repartir es equivalente a las de la “obsoleta” industria de la música. Sin embargo a Amazon se la ensalza mientras que a los otros se les tacha de usureros y aprovechados. Éticamente el 70-30 no es defendible, pero tanto en un caso como en el otro es lo mismo: el que tiene la sartén por el mango se puede permitir abusar y lo hace.

En el caso de Amazon, del 30% tiene que comer el resto de la industria del libro.

Kindle Internacional

Hay que destacar un hecho importante y es que el Kindle no es sólo el aparatito sino que es en sí mismo un servicio. El aparato más la opción de comprar libros, hacer cosas con el Kindle y comprar a ciertos precios.

En Estados Unidos la gente de Amazon ha tenido que lograr un acuerdo excelente en lo que a tarifas de conexión se refiere pues los precios de los libros y servicios son bastante baratos. Pero fuera de allí se nota que los acuerdos son bastante estrictos y Amazon ha tenido que pasar por un aro bastante estrecho.

Por ejemplo, una de las utilidades más prácticas es la de enviarte un texto desde un ordenador a tu aparato. Para ello envías ese texto (un .txt, una página web) a una dirección asociada a ti (asinorum@kindle.com) y sólo con eso ya te estás enviando el texto que luego podrás leer a tu aparato.

Este servicio tiene un coste de 0.10$ en Estados Unidos pero el precio salta a 1$ si estás en Europa (o México o India). Es un precio diez veces superior y gran parte de ese dinero se lo están llevando las empresas de telecomunicaciones.

Uno puede subir contenido a su Kindle totalmente gratis simplemente con un cable USB, pero la opción del mail es realmente útil y práctica.

Los precios de los libros son diferentes si compras desde Estados Unidos o desde fuera del país. En las revistas y periódicos llama la atención la siguiente indicación:

Newspapers and magazines delivered outside the U.S. will not include photos and other images.

Es decir, que los periódicos comprados se envían sin las imágenes en una penosa muestra de racanería de ancho de banda. Cuando veo eso no se me ocurre nada mejor que visitar páginas de la Wikipedia (que veo gratis) con muchas imágenes (que veo gratis) pues me imagino que con ello hago perder dinero a Amazon.

El hecho de que los productos sean diferentes en unos países y otros lleva a la grotesca situación de que las reseñas de los libros o contenidos pierden sentido, ya que dependiendo de lo que uno haya obtenido y el precio conseguido, merecerá la pena o no.

En la edición del New Yorker no llegan los chistes gráficos que son de lo mejorcito de la revista. Y claro, los europeos dan opiniones bastante negativas y critican el que no vengan dichas imágenes.

Pero les responden lectores americanos diciendo que no, que sí que vienen con las imágenes que ellos están suscritos y las ven. O con los precios, unos dicen que es cara, otros que es barata. Sin darse cuenta de que cada cual está pagando un precio diferente.

Comparación entre los soportes

Algo que realmente he echado en falta son pantallas reales donde se pueda ver cómo son los libros en el Kindle. Aparte de los libros que se compran de Amazon se pueden cargar otros libros, ficheros de texto (.txt) y ficheros de PDF. Esto lo dicen en todas partes pero creo que es bueno ver las diferencias visuales entre estos formatos con el mismo libro.

Aquí estamos comparando un mismo libro:

a) La versión de pago de Amazon.
b) El libro en formato PDF impecable (el clásico que se consigue del Emule).
c) El mismo libro en PDF convertido a fichero de texto.

El libro de Amazon tiene diversas tipografías y tamaños de letra, es decididamente elegante e incluye opciones varias de navegación por el libro que lo hacen muy atractivo.

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En la versión de texto se queda todo en un formato plano, todo el rato el mismo. Un PDF convertido a texto siempre tendrá basurilla: los números de las páginas mezclados con el texto, los títulos indistinguibles del texto normal, no hay imágenes. Pero en general la calidad es bastante buena. Aquí vemos algún problema con la codificación de caracteres que ha convertido que los apóstrofes en inglés hayan desaparecido en muchos casos (I ll go en vez de I’ll go).

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Sobre la versión en PDF me parece importante alertar. Si esperas leer mucho en PDF vete olvidando de este aparato. No puedes cambiar el tamaño de letra y casi todo se ve muy pequeño. Tanto que tienes que cambiar la configuración de la pantalla, para leer apaisado, con lo que la experiencia de usuario pierde mucho. En la pantalla que muestro no hay forma de hacer el texto más grande y según se ve, en los finales de línea a veces el texto aparece cortado y cuando pasas página no te encuentras la línea completa, te la encuentras de nuevo partida por lo que no se puede leer bien.

En resumen: la lectura de PDFs en el Kindle es el equivalente a ver películas screener descargadas del Emule.

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Comprar o no comprar

Al ser un producto que se consigue desde los Estados Unidos, la opción de conseguir un Kindle robado es bastante improbable con lo que uno si uno lo quiere, tiene que hacerlo pagando. De salida diría que económicamente (dinero gastado en libros vs. Kindle + libros electrónicos) siempre será una derrota para el Kindle.

Ante la monserga de los libros más baratos, decir que esto no me parece cierto para nada, especialmente con el Kindle internacional (el que se consigue fuera de EEUU). En muchos casos la versión en papel es más barata, y cuando no es así, la diferencia es mínima.

La única forma de ahorrase dinero con libros electrónicos es tomándolos de la red (compartiéndolos con el Emule o haciendo copias de seguridad) pero un libro electrónico siempre será caro o no los venderán al precio considerado “justo” por los usuarios del Emule (1-2€).

Es parecido a lo que ocurrió con los billetes de tren y autobús. Al principio la gente decía “para la empresa trae cuenta porque se ahorran de tener a gente en taquilla, luego los venderán más baratos” pero la realidad no fue esa, los vendieron más caros porque era más cómodo comprar desde casa que ir a la estación y la gente acabó aceptando este trato aparentemente injusto. La comodidad se paga, luego la próxima vez que veas + cómodo + barato ve pensando que lo de barato puede cambiar.

Por otro lado hay que pagar a los que desarrollaron la web de Renfe o a los que inventaron la tinta electrónica y cobran mucho más que un auxiliar administrativo. Eso se paga a base de libros electrónicos. Ahora mismo hay ofertas gancho, con el tiempo eso puede ir a peor (salvo que haya una competencia feroz, cosa que dudo. Para mi que habrá clientes de gratis y clientes de pago).

Las aplicaciones experimentales

Dentro del Kindle hay una serie de utilidades que ellos denominan “experimentales”. Es una vuelta de tuerca sobre el sobre abusado concepto de Beta: termino algo que no funciona del todo bien y gracias a la muletilla de beta lo puedo publicar con toda la cara del mundo.

Así, en Amazon han preferido llamarlas experimentales. Entre ellas está la forma de mostrar ficheros PDF (que como os he indicado más arriba no está mal pero al no poder redimensionarse bien pierde casi todo el sentido). La otra es la lectura de libros en voz alta.

Indicar que esta lectura sólo existe para libros en inglés. Quizás se podría aplicar para libros en castellano pero me da miedo hasta intentarlo. Pues bien, la aplicación de lectura en inglés está en el mismísimo abismo entre lo inútil y lo práctico. Es decir, que tras probarlo entiendes que la lectura es difícil de comprender, pero al mismo tiempo es comprensible. Exactamente lo mismo que las traducciones de Google (las de hace unos años).

Cuando en el texto se encuentra algo que no pega (como un indicativo de sección o una nota al pie o un caracter extraño tipo ampersand) dice ese dato en mitad de la locución y eso te deja totalmente descolocado con lo que pierdes el hilo.

También los modos de lectura son bastante rápidos, eligiendo el modo más lento uno que no tenga el inglés por idioma nativo se puede sentir un poco intimidado.

Así, para decir diría que:

  • ¿Lees poco? Si es así, comprar el Kindle es tirar el dinero.
  • Lees siempre en casa y libros gordos tipo best-seller. Nunca te compensará tener el Kindle.
  • Lees libros muy raros o principalmente en español. Muchas de tus lecturas no estarán en el Kindle.

Para mi es un invento perfecto, por el tipo de cosas que leo. Pero creo que la tecnología aún no está lo suficientemente preparada para la mayoría de la gente que lo podría usar.
Eso sí, como regalo es una muy buena idea.

Doña Manolita

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HAY SORTEOS TODOS LOS JUEVES Y SÁBADOS
Haga su pedido con tiempo suficiente.

Se llenan la boca diciendo que si Lotería 2.0, que si ahora se puede comprar lotería por Internet, pero en mi vida vi forma más poco formal de vender un producto. Las faltas de ortografía vienen de serie. ¿Cómo puede la Administración de Lotería más famosa de Madrid, y una de las más famosas de España presentar un texto tan descuidado a la vez que tan alarmista e inspirador de poca confianza?

Y ya en el mundo físico, lo que no consigo entender es como año tras año se quedan sin números que vender varios días antes del sorteo, mientras que los reventas siempre tienen. ¿Tan complicado es hacer una predicción aceptable, sabiendo que nunca se venden todos los billetes de lotería?

Hay que tener presente que hoy en día comprar lotería de reventas es un riesgo considerable, ya que si los décimos han sido robados carecen de valor y son perfectamente distinguibles del resto de billetes por la Administración, pues está digitalizada cada venta de décimos que se realiza (pasan el billete por la máquina). Comprar lotería de Doña Manolita de los reventas de la Puerta del Sol es un riesgo añadido a la certidumbre estadística de que no nos toque la lotería, como si te tuviera que tocar la lotería dos veces.

Mucha suerte para todos en la lotería de mañana, y al que no haya comprado lotería no se la deseo porque él ya sabe cuidar de su propia suerte.

El G20 en el año 1500

Datos correspondientes al año 1500. Entre paréntesis el PIB medido en dólares internacionales correspondientes a 1990:

  1. China (61.800) (3º)
  2. India (60.500) (12º)
  3. Italia (11.550) (7º)
  4. Francia (10.912) (5º)
  5. Alemania (8.256) (4º)
  6. Japón (7.700) (2º)
  7. Indonesia (6.046) (19º)
  8. España (4.495) (9º)
  9. Turquía (3.780) (17º)
  10. Corea del Sur (3.282) (15º)
  11. México (3.188) (13º)
  12. Reino Unido (2.815) (6º)
  13. Irán (2.400) (28º)
  14. Egipto (1.900) (50º)
  15. Corea del Norte (1.518) (-)
  16. Austria (1.414) (25º)
  17. Bélgica (1.225) (20º)
  18. Estados Unidos (800) (1º)
  19. Holanda (723) (16º)
  20. Marruecos (645) (62º)
  21. Portugal (606) (37º)

Señalado entre paréntesis la posición actual de cada país por PIB y según los datos más recientes de la Wikipedia obtenidos del Fondo Monetario Internacional.

Indicaciones:

  • Me consta que el G20 no es exactamente la lista de los 20 países con mayor PIB.
  • Los datos correspondientes a 1500 son por fuerza muy aproximados.
    La lista muestra los países con las fronteras actuales. Si España había conquistado México su PIB no se le suma al español, sino que se calcula por separado.
  • El más perjudicado económicamente de todos los países en estos 600 años ha sido Corea del Norte.
  • Francia y Alemania están hoy en día igual que hace 600 años en lo que a esta estadística se refiere.
  • Cuando España y Portugal se habían rifado el mundo no dejaban de ser potencias casi equivalentes a las actuales.
  • Uno nunca piensa en las potencias asiáticas. Hace seiscientos años las dos Coreas, Japón, China, Indonesia y China eran económicamente más poderosas que los países europeos.
    Pensando en eso uno siente lo ridícula que resulta la historia que hemos aprendido desde el punto de vista lo que estaba pasando a nivel mundial. Y así visto el Tratado de Tordesillas resulta casi esperpéntico.
  • Si hoy reuniéramos al G20 de 1500, quince países repetirían, sólo caerían de la convocatoria Marruecos, Corea del Norte, Egipto, Irán y Austria.

Fuente: Historical Statistics
Los datos (Excel) que presentan son tan interesantes y dan para tanto que supongo que volveré a ellos para escribir alguna cosa más.

Sistema monetario optimo

Los norteamericanos siempre se han quejado de su sistema monetario, en gran parte debido a que se creó a salto de mata y siempre ha sido muy poco práctico. Es sabido que en Estados Unidos no se suelen usar las monedas: porque tienen un valor muy pequeño y a veces porque los precios no vienen con los impuestos incluidos, de ahí que no puedas estar seguro de un precio hasta que te toca pagar, momento en que el contar céntimos resulta embarazoso.

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En un interesante estudio particular, mostrado en Freakonomics, se trató de encontrar un sistema óptimo de monedas.

Los estadounidenses usan monedas de 1, 5, 10 y 25 céntimos (también hay monedas de un dólar y de 50 céntimos pero estas últimas son rarísimas). Este sistema parece muy “decimal”, usando fracciones de números muy redondos. Pero en el plano teórico, ¿Es óptimo?

El estudio plantea un escenario: partimos de una serie de productos y hay que pagarlos con monedas. ¿Cuántas monedas serían necesarias para poder pagarlos? En un sistema óptimo, el número de monedas tendería a ser el más bajo posible. De esa forma casi cualquier objeto se podría pagar con las monedas que tendríamos en el bolsillo y las vueltas siempre serían a su vez de pocas monedas.

El escenario es el siguiente: se escoge un número de céntimos al azar entre 2 y 100 y se trata de pagar con monedas. ¿Cuántas monedas de promedio se necesitan?

Con el sistema americano, para la combinación de monedas que poseen, en promedio se puede pagar un objeto con 4,70 monedas.

Para realizar este cálculo se realiza la media entre los siguientes números:
2 céntimos (1 + 1 ) = 2 monedas
3 céntimos (1 + 1 + 1) = 3 monedas

27 céntimos (25 + 1 + 1) = 3 monedas

99 céntimos (25 + 25 +25 + 10 + 10 + 1 + 1 + 1 + 1) = 9 monedas

El investigador aficionado exponía que esta combinación de monedas es especialmente ineficaz si se le compara con otros. Una de las combinaciones más eficaces resultó ser la de:

1, 5, 15, 35. Este curioso cuarteto de monedas resulta mucho más eficaz a la hora de realizar un pago cualquiera, en promedio se tendrían que emplear sólo 4,5 monedas.

De todas las combinaciones posibles, las monedas más eficaces resultaban ser las de cantidades bastante poco convencionales. En un sistema de cuatro monedas como el americano, la combinación perfecta resultó ser:

1, 3, 11, 37
1, 3, 11, 38

En ambos casos la media baja hasta las 4,10 monedas para realizar un pago.

Resulta curioso que haya un empate entre dos sistemas de pago casi idénticos y que sean mejores que todas las demás combinaciones.

La moneda de 37 céntimos quedaría a mitad de camino entre la de 25 y la de 50 y resulta especialmente buena. Las monedas de 3 y 11 céntimos muestran las miserias e ineficiencias de las comunes monedas de 5 y 10 céntimos.

Todo esto es muy interesante, pero quedaba hacer el trabajo para las monedas de la zona euro.

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Es mucho más complicado, porque el salto de 4 a 6 monedas (1,2,5,10,20 y 50 céntimos) hace todas las operaciones mucho más lentas, pues una variable más implica tardar 100 veces más en obtener los resultados.

Nuestro sistema del euro, ante la comparativa anterior, es mucho más eficiente que el más eficiente de los sistemas de cuatro monedas. En promedio se necesitan 3,43 monedas para realizar cualquier pago con las seis monedas de la zona euro.

Pero, ¿Cómo tendría que ser nuestro sistema para que este número resultara mínimo? pues tirando un poco de calculadora, las cifras óptimas son:

2 5 11 25 62
2 5 11 25 63
2 5 13 29 64
2 5 13 29 65

En los cuatro casos, con una media de apenas 3,16 monedas. Como vemos, la mejora es bastante baja. Pero creo que es bueno dormir sabiendo que un mundo en que hubiera monedas de 29 céntimos sería un mundo mejor.

Añadido

Ante el comentario de Erynus:

Seamos serios, el sistema Euro es, de facto, de 4 monedas. El uso de las de 1 y 2 céntimos es testimonial. Como la peseta en su día. El uso de céntimos sueltos solo se emplea para que , ante el engorro de buscar céntimos sueltos, se los quede el comercio de turno. Por eso los precios acabados en 8 y 9.

Veamos cómo sería el sistema monetario óptimo “a la finlandesa” (sin monedas de 1 y 2 céntimos).

En este caso los cálculos son muy sencillos, y las mejores combinaciones posiblse de monedas son las de:
5 céntimos, 10 céntimos, 25 céntimos y 60 céntimos
5 céntimos, 10 céntimos, 25 céntimos y 65 céntimos

La primera combinación es muy armónica y casi se sugiere. Con estos sistemas se puede pagar casi cualquier cosa en un promedio de 2,16 monedas.

Si quisiéramos usar el sistema que ya tenemos, el grupo:
5 céntimos, 10 céntimos, 20 céntimos, 45 céntimos,
es también uno de los que mejores resultados ofrece, sin llegar a ser óptimo. Llama la atención que para las monedas grandes, la tendencia es que el número redondo no llega a ser el mejor, y de nuevo la moneda de 65 céntimos se ofrece como la gran candidata para mejorar nuestras vidas.

50 euros

Uno

La cámara me costó un dinero en su tiempo. Está claro que está un poco anticuada, pero aún así iba muy bien. No sé que le pasó, si le entró arena o lo que sea, el caso es que la imagen de previsualizar no se ve y así grabar es un coñazo.
Lo malo del servicio técnico es que la dejas y a lo mejor te dicen “no tiene arreglo”, pero ellos te cobran igual cincuenta euros por la mano de obra. Que ya es echarle cara, cincuenta euros por decir “no sé arreglarlo”. No veas lo que abusan en los servicios técnicos, lo miran diez minutos y te cobran la hora entera, y a precio de oro.

Dos

Eso de Ebay no me inspira confianza. ¿Quién va a querer comprar una cámara que está rota? Sí, puede que le interesen aunque sea las piezas de repuesto. Aunque avisara muy bien de lo que le pasa, siempre hay gente que está un poco empanada y no se entera. Además, que es un rollazo. Poner el anuncio, ver quien responde, luego tienes que ir a correos, preparar el paquete. Los gastos de envío que los pague el que la compre, ¡Faltaría más! Total, por cincuenta euros que podría sacar, es que la trabajera no me compensa.

New York, Londres, Tokio, Sevilla

relojes-horarios

En este artículo aprenderás el origen de estos relojes con las horas simultáneas de varios países.

Relojes con horas simultáneas

Cuando veo esos relojes con los horarios simultáneos de varios países tengo una sensación de placer y asco simultáneo. Lo que oficialmente se conoce como morbo. De un lado son estéticamente atractivos, que duda cabe. Pero normalmente esconden un mensaje pueblerino. Se muestran horarios de ciudades importantes, distribuidas por todo el mundo. Y luego la hora local, como codeándose en esa élite mundial.

En el título he escrito New York (que nunca falta pues es la sede de la “Bolsa Mundial”), Tokio porque está en el quinto pino y nadie sabe la diferencia horaria con ellos, además de ser importantes. Londres está bien porque es Europa pero al mismo tiempo no tiene la misma hora que el resto. Y finalmente una ciudad que no alcanza la talla de las otras. He puesto Sevilla pero bien podría haber sido Malta, Móstoles o Uzbekistán: no deja de estar a otro nivel.

En un tiempo estos relojes fueron símbolos de modernidad, tiempo real, internacionalidad. Ahora donde más se los ve es en los locutorios, la parte pobre de la globalización.

Los tiempos de los romanos

Hay que irse muy atrás en el tiempo para entender el origen de esos relojes con horas de varios lugares. Exactamente hay que trasladarse a antes de que existieran los relojes.

En la antigüedad no existían los relojes. No porque no pudieran o supieran construirlos, sino porque eran del todo innecesarios. El sol servía como referencia perfecta para saber la hora que era en cada momento.

Para los romanos, Prima hora era aproximadamente a las siete de la mañana. Coincidiendo con la salida del sol. Luego las horas se podían computar a ojo. Sexta hora coincidía con el medio día: cuando el sol está en el cenit y no se produce sombra. Duodecima hora era el momento de la puesta de sol.

El método no era el más eficiente posible, pero hay que entender que la precisión no era verdaderamente necesaria. Uno tenía que estar en el trabajo cuando hubiera luz y marcharse cuando se fuera. El carnicero sabía que no vendería nada más después de la hora de la comida. Si trabajabas, era de sol a sol. No había turnos.

Durante siglos el reloj resultó totalmente prescindible, era más una curiosidad que una herramienta de progreso. Por supuesto existían quienes no podían vivir sin él y aquellos que matarían por una décima de precisión. Pero era una parte insignificante de la población. Entre ellos estaban los científicos pero sobre todo los marineros. Con un buen reloj se podían navegar de forma bastante precisa. O al menos tener una idea de por dónde navegaba el barco en un momento dado.

El reloj empezaría a resultar útil con la Revolución Industrial: las personas trabajaban en turnos, los procesos se cuantificaban. Se producía en masa y para distinguir lo bueno de lo mejor, era necesario contar lo que se tardaba en hacer cada tarea. En una fábrica del siglo XIX, un reloj era muy útil.

Sin embargo algo seguía siendo igual que en la época de los romanos: el tiempo válido lo daba el sol. Es decir, eran las doce del medio día cuando el sol estaba en en cenit y las siete cuando salía el sol, no importa si estábamos en los rigores de febrero o en pleno verano. Siempre eran las doce de la mañana cuando el sol llegaba a la mitad de su recorrido.

Esto nos puede chocar hoy en día en que a muchas personas les sorprende que sean las ocho de la mañana y no haya luz (durante los meses de invierno) y se maravillen de que sean las nueve y media de la noche y todavía haiga luz. Este sistema anticuado de marcar la hora es el más natural que existe.

Ahora bien, para la fabricación de un reloj, la precisión que ahora controlamos de forma obsesiva carecía de sentido. Si un reloj era capaz de medir con precisión de milésimas de segundo no servía de nada porque había que cambiarle la hora de acuerdo a la hora oficial que era la de las doce del medio día. Esta hora se marcaba en un reloj singular, normalmente una torre en el centro de la ciudad o pueblo. La hora oficial y válida era la que marcara ese reloj y se solía actualizar con frecuencia, pues todos sabemos que no siempre el sol llega al cenit justo a las doce de la mañana.

El ferrocarril y el telégrafo

El cambio rotundo en la concepción del tiempo surgiría a mediados del siglo XIX, cuando por primera vez las personas y la información podían trasladarse a velocidades razonables.

Un viajero podía abandonar Madrid en su carro y llegar a Zaragoza en un par de días. Y al igual que hacía en su ciudad de origen, cuando encontrase un reloj oficial ajustaría su reloj. No suponía ningún trauma. Ahora bien, hay que entender una cosa muy importante: la hora de Zaragoza y la de Madrid no eran la misma. Pero es más, es que la hora de Madrid y la de Alcalá de Henares tampoco eran la misma.

No importa lo cerca que estuvieran dos ciudades, no siempre compartirían la misma hora. Esto es debido a la distancia solar entre regiones, que aunque puede ser de segundos, no deja de existir. Pero por encima de ello está la intervención humana. En ciudades importantes existían astrónomos (por llamarlos de alguna forma) que se dedicaban a ajustar los relojes siguiendo el criterio que su vista les sugería. No había una forma exacta de determinar la hora en que el sol está en el cenit. Y en aquella época y con aquellos medios, aún menos. Por eso el astrónomo de Móstoles podía juzgar que era mediodía a las 12:05 y el de Madrid pensar que se llegaba a ese momento a las 12:13. Asín estaba el patio.

La aparición del ferrocarril y el telégrafo revolucionarían estos conceptos. El telégrafo era instantáneo y permitía enviar información entre dos lugares. El ferrocarril era rápido y en poco tiempo podía llevar a muchas personas de un lugar a otro. Estas tecnologías mejoraban a marchas forzadas, por lo que los problemas que al principio resultaban curiosidades se acaban transformando en auténticas paradojas y pesadillas que impedían el buen funcionamiento.

Está claro que si había un cable entre Madrid y Barcelona, era posible enviar un mensaje instantáneo entre ambas ciudades. Pero su diferencia horaria bien podía ser de media hora solar. Al enviar mensajes se suele indicar la hora de envío y recepción, como forma de control. Para un operario de telégrafo era necesario, si no imprescindible, no sólo conocer la hora de su ciudad, sino la de los lugares donde se podían recibir o enviar mensajes. De ahí que poco a poco estos relojes plurales empezaran a ser necesarios.

Móstoles, Coslada, Madrid

Uno ve los relojes cosmopolitas y se debe sentir decepcionado al conocer que los primeros relojes simultáneos tenían horarios tremendamente locales. Y lo importante no era la hora, como ahora, sino la aguja del minutero.

Pero claro está que en España estos relojes no tenían cabida. Aquí se guiaría uno por el sistema de tablas escritas en papel. En Móstoles son cinco minutos más que en Madrid y tres menos que en Coslada.

Donde realmente se daban situaciones dramáticas era en lugares cosmopolitas y tecnificados. Ya iba siendo hora de que abandonáramos Móstoles y saltásemos a Nueva York.

Boston, New York, Philadelphia

Hay que imaginar la situación que se podía vivir en una ciudad como Nueva York, cuyas comunicaciones con ciudades bastante alejadas era fundamental. Los trenes viajaban a numerosas ciudades de los alrededores. Los mensajes que llegaban de Europa volaban a puntos a lo largo y ancho del continente.

Pronto se llegó al punto en que resultaba imprescindible conocer con bastante exactitud la hora de las distintas ciudades. Y como esa hora se actualizaba de continuo, dependiendo de un astrónomo local, se debían obtener registros válidos casi diarios. Como esa información era valiosa pronto se empezó a vender por dinero. Y sería Western Union la que sacaría tajada con el negocio, obteniendo el curioso monopolio del tiempo.

Ellos tenían una amplia red de distribución de telegramas y gracias a ella podían enviar mensajes a las ciudades más importantes del país, obteniendo horarios actualizados y vendiendo esta información a quien la necesitara. Obtuvieron un acuerdo con el Ejército, que era quien disponía de los observatorios. Western Union les repartiría las horas locales de forma gratuita, siempre y cuando les dejaran vender esa información a otros. Quien viviera en Chicago podía saber que cuando eran las 12:00 en su ciudad, también eran las 12:19 en Columbus, 12:13 en Atlanta, 11:50 en Saint Louis y las 11:27 en Houston. Con el boom económico de la época esta información podía resultar relevante para muchos negocios.

Donde los horarios resultaban caóticos era en la confluencia de los tiempos de diversas regiones: las estaciones de tren. Sin un tren sale de Boston a las 12:00, otro de Chicago a las 14:00 y otro de Philadelphia a las 13:30, ¿Qué tendrían que hacer los viajeros con sus relojes al llegar a la ciudad de destino?

Cada cual tendría que cambiar la hora, pero al mismo tiempo tener en cuenta que, si el suyo era un tren de tránsito, el horario del nuevo tren estaría basado no en la hora de su ciudad de origen, sino en la nueva. Y para colmo de males, ante la dificultad de los horarios, las compañías de ferrocarril dieron otra vuelta de tuerca. En su afán por coordinar su operativa y rutas, las principales líneas de tren tenían su propia hora.

Un viajero que saliera de Portland, en Maine, y llegara a Buffalo en el estado de Nueva York, podía encontrarse con cuatro diferentes tipos de “hora”: El reloj de la compañía New York Central Railroad marcaría las 12:00 (hora oficial de Nueva York). El de las compañías Lake Shore y Southern Michigan, en la misma habitación, tendría las 11:25 (hora oficial de Columbus), el reloj de la ciudad de Buffalo marcaría las 11:40 y su propio reloj tendría las 12:15 (hora de Portland). En la estación de Pittsburg, en Pennsilvania, había seis estándares horarios diferentes para las salidas y llegadas de los trenes.

comparativa-tiempos-washington

Podéis entender que para un viajero de 1860, falto de costumbre en usar transportes públicos, esta locura de horarios podía resultar misión imposible. Sí, sólo había que restar o sumar unos minutos, pero tenías que hacerlo varias veces al día. Y si tenías que cambiar de tren para llegar a tu destino, las dificultades aumentaban. La tabla de más arriba es una lectura realmente densa, sólo para saber a la hora a la que se llegaría a un lugar.

Sería en estas estaciones de ferrocarril donde nacerían estos relojes tan innecesarios hoy en día. En ellos se mostraban la hora local, la de las principales ciudades de destino y la hora oficial de las compañías que operaban en dicha estación, que en ciudades como Chicago eran hasta doce.

La unificación de horarios

En 1863 Charles F. Dowd sería el primero que propondría el sistema de cuatro zonas horarias unificadas que acabaría imponiéndose en Estados Unidos. Charles F. Dowd no era más que un profesor, pero la idea acabaría llegando a los oídos adecuados, porque tenía mucha lógica económica. Si ahora se entiende que la unificación monetaria de la Unión Europea ha sido un avance, ¿Qué pensar de una unificación temporal? La incertidumbre entre horarios hacía perder muchos minutos de trabajo a muchas personas. Una enorme pérdida de dinero. Y de tiempo.

Para los ciudadanos de a pie sin embargo la idea era un disparate. Una persona no podía entender que fuera necesario que todas la ciudades del Estado tuvieran horarios idénticos. No le encontraban ninguna lógica y el hecho de que a los empresarios sí les resultara conveniente no hacía sino levantar mayores suspicacias.

Sería sin embargo William F. Allen, el presidente de una asociación de managers de líneas de ferrocarril el que pondría el proceso en marcha en 1881. Se tuvieron en cuenta algunas de las ideas de Dowd, pero las divisiones se realizaron atendiendo a la lógica y los intereses de las empresas de ferrocarril.

Fue realmente complicado poner de acuerdo a los presidentes de compañías ferroviarias, que normalmente se odiaban a muerte y hasta se sentían impulsados a agredir físicamente a sus competidores. Pero todos comprendieron la conveniencia de la medida y poco a poco se llegó al consenso de unificar horarios.

En este caso estamos ante una unificación sorprendente, si la comparamos con medidas similares (el cambio de calendario al gregoriano, las modificaciones en el sentido de la circulación (derecha-izquierda)) pues no estuvieron implicados en ningún momento los gobiernos. Fue una acción puramente privada y empresarial llevada de espaldas a lo que hicieran las propias ciudades.

Obviamente las líneas de ferrocarril no podían provocar un cambio en el resto de poblaciones pero sabían y esperaban que con su gesto se motivaría a las ciudades a que les acompañaran. Si algunas de las principales se atrevían a seguir su unificación, podría llegarse a un efecto dominó que lograse algo tan excepcional como que todas las ciudades del país tuvieran los mismos minutos (y todas las próximas entre sí, la misma hora).

Un escollo importante para conseguir este desafío era Western Union que, con su monopolio del tiempo, estaba a punto de perder un negocio muy suculento. Pero en cuanto los magnates de los ferrocarriles se pusieron de acuerdo entre sí, no había poder lo suficientemente fuerte que se les opusiera y Western Union entendió que una retirada a tiempo era la única opción posible. Charles Pugh, vicepresidente de la Pennsylvania Railroad, se encargó personalmente de tranquilizar los ánimos de los directivos de Western Union.

Sin oposición por ninguna parte, los ferrocarriles cruzaban los dedos para que las ciudades se les unieran en el proyecto. Todas tenían un actitud vacilante, pensando en ver qué harían los demás. El colectivo ferroviario convenció por separado a los responsables de las principales ciudades de que firmaran un acuerdo no vinculante, y que ellos se encargarían de dar publicidad al proyecto y explicar en la prensa en qué consistía.

El día de los dos mediodías

Al final el proyecto fue un éxito para muchos inesperado. El día elegido fue el domingo 18 de noviembre de 1883, y sería recordado como “el día de los dos mediodías”. El reloj de Nueva York marcó las doce de la mañana para luego, apenas cuatro minutos después, volver a marcarlo mediante la entonces habitual bajada de carrillón. La gente se agolpaba en las plazas principales con las torres del reloj para presenciar este acontecimiento histórico. El primer día, 70 de las 100 principales ciudades del país adoptaron el nuevo horario, que sería asimilado de forma masiva. Un año después más del 85% de las ciudades de más de 10.000 habitantes se regían bajo el mismo sistema horario, que hoy conocemos.

El miedo de las personas a un cambio tan importante era razonable. Si nos alejamos de Nueva York y nos adentramos hacia el oeste, la diferencia horaria era más significativa. En Chicago los trabajadores tendrían que trabajar nueve minutos más. Cuando se enteraron de la idea, amenazaron con la huelga. Ya en la zona fronteriza entre dos husos horarios, mucha gente no era capaz de comprender que los vecinos del pueblo de al lado pudieran levantarse una hora más tarde para ir a trabajar. Hoy nos parece la cosa más natural del mundo, entonces muchas personas estaban preocupadas y durante semanas vivieron con enorme incertidumbre el cambio.

Lo que ocurriera en Estados Unidos acabó imponiéndose en otros países. Inglaterra tenía un horario unificado hacia 1850, también motivado por la presión ferroviaria, pero de forma dirigida por el gobierno. Pasado algún tiempo se llegaría al sistema actual, en que en todas partes del mundo, salvo contadas excepciones (Venezuela…), los minutos coinciden.

No sé por qué perduró la costumbre de los numerosos relojes. Carece de sentido hoy en día, pues si no estás seguro de la diferencia horaria entre dos países, un reloj no aporta suficiente información. Si te digo que son las cuatro en Tokio no puedes estar seguro de si lo son de la mañana o de la tarde. Y si lo sospechas, no necesitas de un reloj para eso.

Resulta curioso, una ironía del destino, que en las oficinas de envío de dinero, como las de Western Union, sean donde se sigan viendo estos relojes por regiones.

Fuentes: Hace años que conocía parte de esta historia pero he tardado en tener documentación de referencia. Las fuentes principales son:

Made in America, de Bill Bryson (libro). Bryson es uno de los pocos escritores extraordinarios de los que acabaré leyéndolo todo.
Economics of Time Zones (PDF) un interesante y detallado estudio sobre el caso de cambio de hora en Estados Unidos. De él provienen las citas y la inquietante tabla de diferencias de horarios.

Skoda Octavia

El mercado de los automóviles es uno de los negocios más diversificados que existe. En países como España, cualquier marca tiene su producto estrella, o un segmento en el que las ventas funcionan bastante bien.

Esto lleva a pensar que todos los fabricantes tienen sus ventajas e inconvenientes. Que por supuesto los hay mejores y peores, pero que para precios similares, son detalles los que hacen que un consumidor se decante por uno o por otro.

En el sector de las berlinas (una berlina es un coche en tres volúmenes: la fila de asientos del conductor, la del asiento de atrás y la del maletero. Curiosamente el rasgo distintivo de una berlina es que la tapa del maletero no incluye a la luna trasera) las ventas están muy diversificadas. Aunque los datos varían, y aunque con la crisis Audi ha ido perdiendo posiciones, la lista de ventas no es muy diferente de esta, correspondiente al verano de 2007:

1. BMW Serie3 2.747
2. Peugeot 407 2.560
3. Ford Mondeo 2.345
4. VW Passat 2.009
5. Audi A4 2.000
6. Mercedes Clase C 1.831
7. Skoda Octavia 1.446
8. Renault Laguna 1.238
9. Toyota Avensis 1.039
10. Citroën C5 1.014
11. Opel Vectra 951
12. Honda Accord 719
13. Volvo S40/V50 579
14. Alfa 159 462
15. Saab 9.3 401
16. Hyundai Sonata 383
17. Mazda6 381
18. Lexus IS 241
19. Volvo S60 162
20. SEAT Toledo 146

Uno más entre tantos, aparece el Skoda Octavia. Sus ventas están en el promedio, en la mitad de la tabla. Sin embargo, cuando uno trata de pensar en los usuarios avanzados de coches, los que viven trabajando en él, los taxistas, uno se maravilla con los promedios del Skoda Octavia. En Madrid capital, con más de 15.000 taxis, el porcentaje de Skodas Octavia es superior al 65% del total.

Los compradores ocasionales piensan en el habitáculo, en la publicidad, en el trato con el comercial, en lo que les contó su vecino. Pero entre los taxistas se ha llegado a un punto de cuasi monopolio. ¿Por qué?

Le pregunto a un taxista y me responde:

  • Por un lado está que para que un coche sea usado como taxi tiene que estar homologado por la correspondiente autoridad, en Madrid hay pocos modelos de coches autorizados.
  • El precio es muy ajustado, comparado con otros vehículos de prestaciones similares.
  • El maletero es impresionante. Gigantesco, perfecto para viajeros con muchas maletas. Hay quienes hacen el servicio del aeropuerto y ya exigen un Skoda Octavia.
  • Es un coche durísimo, resiste mucho sin averías y si hay que cambiar algo, las piezas son similares a las de los Volkswagen o Seat, no son caras y cualquiera sabe ponerlas.
  • El servicio técnico es muy bueno y muy eficaz.
  • No les hacen una oferta especial por compras masivas. Ojalá fuera así, pero no, cada cual compra por sí mismo y suelen optar por el Octavia.

Esta situación se extiende a otras ciudades del mundo, en el que poco a poco este modelo se acaba apoderando de todo el sector de los taxis. Lo curioso es ver cómo los usuarios normales no prestan atención a este hecho. Tienen delante de sus narices un modelo de coches que los taxistas cada vez usan más, alejado de cualquier posible diversificación. Y todavía hay quienes piensan que por ser un coche checo es un mal coche, que los únicos que saben fabricar buenos coches son los alemanes (y los americanos y los japoneses y los franceses).

Fuentes:
Yahoo Answers. ¿Es un Skoda Octavia un buen coche para taxi?
Forocoches. ¿Por qué llevan los taxistas Skodas?

Todo Gratis

Un muy interesante artículo que quizás haya escapado a vuestra lectura.
Chris Anderson, editor jefe de la revista Wired, escribió el artículo/libro “The Long Tail” (La Larga Cola) que obtuvo mucha repercusión y difusión. Gracias a él, se ganó el estatus de visionario.

Ahora ha publicado un nuevo libro, Free, sobre el contenido en Internet y su distribución gratuita. El libro estará en las librerías en breve y será de nuevo idolatrado por todo el mundo.

Malcolm Gladwell ha hecho una reseña bastante negativa de la argumentación del libro, y como normalmente los no defensores del todo gratis suelen ser personas poco preparadas, su opinión tiene considerable interés.

“Free” se puede leer gratuitamente online, pero claro, sólo si estás en los Estados Unidos. Porque aunque uno sea un defensor del “todo gratis”, está dispuesto a aceptar las limitaciones impuestas por la editorial a la hora de distribuir copias gratuitas.

El comienzo del artículo de Gladwell es interesante. Habla de las negociaciones entre el responsable de The Dallas Morning News (un periódico americano con medio millón de suscriptores (más que la tirada media de El País)). En dichas negociaciones, Amazon se sentó sobre la mesa diciendo que, si el periódico se distribuía mediante el Kindle (el lector de libros y contenidos digital creado por Amazon), ellos pensaban cobrar el 70% del dinero y dejar sólo el 30% al propio periódico.

Tratándose de un periódico grande, qué no habrán exigido desde Amazon a los más pequeños.

También Gladwell zarandea al clásico ejemplo de “éxito de lo gratis”, Youtube, que el mismo Anderson utiliza como paradigma de su prédica. La crítica es feroz y pragmática:

Youtube perderá cerca de 500 millones de dólares este año. Si fueran un banco, podrían acceder al programa de rescate de bancos del Gobierno(TARP, sólo accesible para bancos con grandes problemas financieros).

Otro de los defensores del todo gratis, Seth Goldin, critica la crítica de Malcolm Gladwell. Lo mejor de todo es que en su crítica no menciona ni uno sólo de los argumentos de Gladwell. Porque son irrefutables. Porque Gladwell es Dios.