Más sobre Google

He estado actualizando el artículo sobre “los que pudieron comprar a Google y fueron tan ciegos como para no hacerlo“. Una de las cosas más desesperantes de los blogs es dejar opiniones equivocadas o incompletas, a pesar de que pasado un tiempo se conoce mejor la realidad. Si se puede corregir, se debe mejorar.

Básicamente es incluir una referencia al libro que leí recientemente, In The Plex: How Google Thinks, Works, and Shapes Our Lives. Estamos en el año 2011 y un libro ofrece información mucho más veraz y válida que ninguna página de Internet, sobre Google, del que se ha dicho y escrito todo.

De ese libro, que a veces resulta muy servil, destacaría sobre todo el capítulo de “Google y China”. Una narración sobre cómo fue el desembarco de Google en el complicado mercado chino y cómo fue su salida. No es un periodista que haya investigado por su cuenta. Ha estado hablando con todas las personas importantes que tuvieron algo que ver con esa operación de Google, sobre todo los dos fundadores.

Luego he tenido la oportunidad de leer algún extracto de artículo sobre la salida de Google de China, por supuestos expertos en el tema, y te das cuenta de que han leído parte del artículo de la Wikipedia y las notas de prensa de periódicos, lo que les da una visión tan superficial como desacertada sobre la realidad.

Quien esté interesado en ese capítulo, puede buscar el libro por muchos medios. Y no tengo problema en enviárselo por correo a quien me lo pida.

De la presencia de Google en China y su lucha feroz contra Baidu, el buscador chino, destaca el sorprendente hecho de que Baidu no es un clon de Google. La “genial” idea de crear un buscador basado en links no fue específica de Larry Page (y Sergey Brin siempre en segundo plano) sino que la tuvieron otras dos personas de forma independiente.

Robin Li, el fundador de Baidu, consiguió una patente en Estados Unidos en 1996, sobre RankDex, su sistema de valorar páginas de acuerdo a los enlaces. La primera versión de Google, muy verde, es de agosto de 1996. La patente indica que el desarrollo es muy anterior a la obtención de la misma.

Básicamente se puede decir que Google no inventó el sistema de enlaces, simplemente fue el que se hizo más famoso por él. Y si por el verdadero inventor del teléfono hay una lucha feroz, ¿Por que no reconocer sin más que fue Li quien inventó el PageRank, cuando hay todo tipo de pruebas al respecto?

Li tardó mucho tiempo en aplicar su invención a un producto comercial, y ahí se ve que fue el éxito de Google el que le empujaría a crear un buscador para China.

Cuando Google mostró sus primeras versiones de buscador chino, sus resultados eran claramente peores que los de Baidu. Además llama la atención que era especialmente torpe a la hora de mostrar información reciente.

De lo más interesante de la presencia de Google en China es ver cómo se comportaba la empresa en su papel de “segundones” y lo bien que se estaban adaptando, llegando a acercarse poco a poco al puesto de Baidu, pero sin nunca conseguirlo.

La forma en que Google abandonó el país fue exageradamente histriónica, tratando de ganar puntos y mejorar su imagen de “Don’t Be evil“, cuando era una decisión que ya estaba tomada.

Casi nadie, y el libro tampoco, se ha preocupado de narrar el drama de los ingenieros de Google en China, que se embarcaron en un proyecto complejísimo, y cuando estaban cercanos al éxito, fueron despedidos de la noche a la mañana por una decisión tomada desde Estados Unidos y de la que se enteraron por la prensa.

El libro en general es recomendable para los que quieran aprender de la historia de Internet. Te das cuenta de que mucho de lo que has leído de páginas supuestamente fiables es muy superficial. Internet cada vez es menos información y más plantar pepinos virtuales en una granja de Facebook.

Copa América

La Copa América de fútbol es una competición futbolística en que toman parte los equipos asociados en la Conmebol (Confederación Sudamericana de Fútbol). Esta asociación es una de las seis en que la FIFA divide el planeta. A pesar de agrupar a algunos de los mejores equipos del mundo, esta confederación es la que menos equipos tiene, con sólo diez miembros. Incluso la Oceania Football Confederation tiene un asociado más.

Al tener un número tan bajo de afiliados, y ser este tan poco agraciado, todos los equipos que forman parte de la asociación pueden participar en ella y aún así hay que invitar a dos equipos que no forman parte de ella – habitualmente México, Costa Rica o Estados Unidos. Incluso Japón ha tomado parte en la Copa América. Así, al menos hipotéticamente, cualquier equipo del mundo podría participar en la misma, e incluso ganarla.

La confederación de Oceanía daría para muchos mayores quebraderos de cabeza, de no ser porque la mayoría de sus federaciones afiliadas no tiene al fútbol entre los deportes mayoritarios. Con once miembros, cualquier división en grupos resulta muy problemática. Australia, el país oceánico por excelencia, no forma parte de esta asociación, sino de la asiática, con lo que destruye cualquier posibilidad de encontrar el mágico número de doce.

Afortunadamente estos países no organizan una competición similar a la Copa América. Lo más parecido es el torneo clasificatorio para el Campeonato del Mundo, para el que el formato es marcadamente injusto.

En la competición del año 2010, los diez peores equipos formaron dos grupos de cinco equipos, que posteriormente seleccionaron a los dos mejores de cada grupo. Estos se enfrentaron entre sí, determinando los cuatro primeros puestos.

De estos puestos, se escogieron a los tres primeros (!), se incluyó a Nueva Zelanda y a partir de ahí se realizó una liga, de la que el ganador sería el vencedor del torneo. En mi vida he visto sistema de organización más poco justo y favorecedor del equipo favorito. Nueva Caledonia y Fidji, segundo y tercero clasificados, tuvieron que enfrentarse entre sí hasta en cuatro ocasiones.

Estas costumbres oceánicas, de organizar los torneos de cualquier manera, ya existían en la época de Australia. Con doce equipos, el número perfecto, volvían a su formato ortopédico de diez equipos, en que se obtenían a los dos o cuatro mejores y luego estos tenían que jugar contra Nueva Zelanda y Australia, que llegaban en la segunda fase.

Fuentes: Wikipedia

Cosas que he leído

El blog entra en un declive inevitable. No os extrañe que algún día haga un post que hable del Acai Berry (que a pesar del nombre no tiene que ver nada con el euskera).

Algunas de las cosas que he leído recientemente y que me han parecido interesantes, por si alguien se anima a leerlas completas:

The Casino Next Door. En Estados Unidos, unos emprendedores de verdad, se han embarcado en un producto de alto riesgo y gran inventiva: las máquinas tragaperras virtuales. La legislación sobre máquinas tragaperras es muy estricta y cerrada en casi todos los países del mundo. Para operar con ellas son necesarias licencias específicas. Lo mismo sucede con los bingos, que en España son una de las vacas sagradas. Teóricamente no está siquiera permitido organizar un bingo ni en casa, si hay premios en metálico. Hace poco hubo un caso muy sonado, en que se cerró un “bingo clandestino” que organizaban en un hogar del jubilado.

Unos ingeniosos empresarios le han dado la vuelta al concepto: han creado juegos de ordenador que simulan máquinas tragaperras, pero que se amparan en la definición legal de máquina tragaperras en los Estados Unidos, que dice que si los premios no son aleatorios, entonces no es una máquina de juego. En España el concepto también es perfectamente cuestionable, ya que toda la legislación se apoya en la idea de que una máquina de juego es, ante todo, una máquina. Las máquinas virtuales podrían saltarse toda la legislación, hasta que esta se cambiara de urgencia.

El sistema desarrollado en Estados Unidos, emula el aspecto de las tragaperras, pero con un sistema de premios fijo como el del bingo. Todo aderezado con que los locales son, sobre el papel, como cibercafés, que te dan la opción de conectarte a Internet o participar en estos juegos. Los negocios se mueven al borde de la ley, pero al límite de verdad. Dependiendo del juez y el condado de los Estados Unidos, te puede cerrar el local y caerte una multa extraordinaria o tener un negocio exuberante en que los beneficios rozan los millones de euros, sin pagar licencias ni sufrir el estigma del juego.

El primer niño autista. El autismo es una enfermedad tan moderna que hasta se conoce el nombre del primer paciente. Es Donald Gray Triplett y hoy en día tiene 77 años. Tiene una vida un tanto extraña, pero feliz.

Los Traficantes de Armas Stoner: Cómo dos jóvenes americanos se convirtieron en dos importantes empresarios del tráfico de armas. Es un texto que se ha resaltado en muchas partes, con versiones más o menos cortas, pero este artículo detallado es excelente y demuestra que no fue una casualidad, sino el fruto de un muy buen trabajo, eso sí, en un sector no muy honorable.

Los Grandes Ganadores del Poker Online. Un recuento muy interesante sobre los grandes jugadores del poker online. Sin tratar de hundir al juego – que por cierto aborrezco – ni de divinizarlo. Resalta un hecho muy interesante: aquellos que ganan más dinero jugando en Internet no son los mismos que luego arrasan en las series de torneos que se televisan y juegan en casinos. Hay una generación de jugadores que se ha criado con los videojuegos y que arrasan en estas competiciones online.

Tienen dos virtudes que le faltan a los jugadores del mundo real y la mirada de poker: una capacidad para jugar decenas de manos de poker simultáneamente, propia de la generación multitarea. Porque para ganar mucho dinero en poker hay que jugar muchas partidas. Los jóvenes pueden jugar miles de manos diarias, muchas de ellas simultáneamente. La otra virtud es una especie de incapacidad para comprender el dinero. Ven los ingresos de las partidas como puntos de un videojuego. No tienen miedo a jugarse millones de dólares en una mano de poker, y no porque sean ricos, sino porque sólo piensan en el récord, en ganar más que el otro.

Esta generación de videojuego crea un sistema piramidal: todos están dispuestos a jugarse todas sus ganancias, sin racionalizar los beneficios o pérdidas. Así, los que ganan, se lo llevan todo. Un jugador puede ganar 2 millones de euros un año y al siguiente haberlo perdido todo.

Es una visión diferente al habitual tratamiento sobre el poker en los medios de comunicación.

The Falling Man. La historia de una de las fotografías más famosas del 11-S, la de un hombre que cae desde una de las torres. Aquellos que se tiraron desde las Torres Gemelas son, en gran parte, suicidas. La búsqueda desesperada del periodista, que quiso saber quién fue ese hombre y las dificultades con que se encuentra, ante el estigma de la muerte menos honorable. Un artículo digno de premio.

Minnesota, el Sillicon Valley de los fabricantes de juguetes. Cómo una de las regiones menos prósperas de Estados Unidos concentra casi todas las empresas jugueteras del país, y es ahí donde se han inventado casi todas las grandes creaciones de los últimos años.

Digital África. El circo de Internet en África, donde Internet lucha por expandirse gracias a los teléfonos. Facebook, Google o Nokia subvencionan gran parte de estos costes de conexión, con la intención de ampliar su rango de clientes, aunque de momento sea en pérdidas.

Eddie Santana, el camarero que demanda. Un camarero de Florida especializado en demandar a las empresas que le contratan, y a algunas que incluso no lo han llegado a hacer. Vive de eso, cada vez mejor, aunque su futuro cada vez es menos prometedor.

La caída en picado de Gizmondo. Demencial historia, sobre cómo unos delincuentes de la peor calaña fueron capaces de fundar una empresa tecnológica de gran repercusión mediática, que consiguió lanzar un producto que pretendía competir contra Nintendo o Sony. Una historia tan bizarra que sería pésima si fuera de ficción.

Cómo y por qué quiebran los deportistas. Los deportistas suelen ser tan buenos en lo suyo como pésimos a la hora de invertir dinero. Se embarcan en inversiones absurdas que son sumideros por donde desaparece el dinero. Un caso excepcional es el del mítico jugador de los Lakers, Magic Johnson, que ha triunfado más con sus empresas que en el deporte – que ya es triunfar. El artículo detalle muchas de esas delirantes inversiones y lo poco que piensan los deportistas antes de desembolsar mucho dinero.

Esta burbuja tecnológica es diferente. Fuera de las opiniones habituales, expresa el problema de la burbuja del Internet social. Puede perderse mucho dinero. O no. Pero la realidad es que las mentes más brillantes del momento no están inventando nada. Todos están orientados a conseguir que más gente clickee en más anuncios. Esa es la diferencia del Internet social, que no tiene innovación de fondo y ese es otro tipo de burbuja, tal vez más peligrosa que las anteriores. Imagina que Tesla tuviera que esforzarse en el departamento de Adwords. Eso es lo que está sucediendo ahora mismo.

The Lazarus File. Excelente narración de una investigación policial a lo largo de 25 años.

Los Naúfragos. La historia de un grupo de pescadores mexicanos que acabaron a la deriva durante nueve meses, más tiempo del que nadie haya estado nunca. Fueron titulares de todos los periódicos del mundo durante dos días y luego cayeron en el olvido. Una narración de cómo fue su viaje, de principio a fin. Una historia tan inverosímil, que aún hoy se ve con escepticismo. Lo cierto es que los pescadores mexicanos aparecieron cerca de las Islas Marshall nueve meses después, en el pequeño barco de pesca del que habían salido de las costas mexicanas.

Los naúfragos adolescentes. Una versión de esta otra historia aún más trágica: tres adolescentes de Tokelau deciden robar una barca y salir a la aventura. El problema radica en que Tokelau no está en el Mediterráneo y en el momento en que te alejas de la costa, estás a decenas de miles kilómetros de casi cualquier lugar. Si te marchas sin comida, sin agua, sin nada para pescar y en un barco pequeñísimo, tu travesura se convierte en una experiencia infernal.

El libro más caro del mundo

Hace unos días se supo que habían robado el Codex Calixtinus, un libro del siglo XII muy relacionado con el Camino de Santiago.

Qué duda cabe que es una pérdida de valor incalculable, pero los periódicos españoles, azuzados por los responsables de no haberlo cuidado, han llegado a enunciar que se trataba del libro más valioso del mundo.

Matemáticamente, tiene lógica. Un libro de valor incalculable, vale infinito. Y no hay nada más grande que infinito. Pero cierto es que, dentro de esas infinitudes, las hay mucho mayores y el dato que frívolamente se publica en la prensa es una exageración intolerable.

Si uno se atiene a transacciones, uno de los manucritos más valiosos que existen es el códice comprado por Bill Gates. El Codex Leicester, obra de Leonardo Da Vinci, que se compró en una subasta por 30.8 millones de dólares.

Ahora bien, si uno se limita al sentido común, ¿Cuál es el libro más valioso del mundo? De entre tanto libro de valor incalculable, ¿Cuál es el más incalculable de todos?

En mi opinión, ha de ser uno de los manuscritos más antiguos de la Biblia, el Codex Sinaiticus. Es un libro tan valioso, que se conserva en cuatro trozos, repartidos entre la British Library de Londres, el monasterio St. Catherine’s de Sinai, La biblioteca de la Universidad de Leipzig, y la Biblioteca Nacional Rusa.

Ahora bien, estamos hablando de los libros conocidos y que aún se conservan. Si tratamos de encontrar al libro más valioso que jamás ha existido, una mención de honor ha de hacerse a la obra del dramaturgo griego Esquilo.

A su muerte, aproximadamente en el año 456 antes de Cristo, la República de Atenas ordenó que se editara un volumen con su obra completa.

Dos siglos después, Ptolomeo III (282 – 222 a. C) rey de Egipto, encargó la mejora de la Biblioteca de Alejandría. Al catalogar los contenidos, los bibliotecarios se dieron cuenta de que había una notable laguna: Esquilo. Por una coincidencia inexplicable, no había ni una sola obra de tan importante autor.

Ptolomeo III mandó embajadores a Grecia, que descubrieron que sólo había una copia de la obra completa de Esquilo, copia guardada con celo en Atenas. Los embajadores negociaron que Atenas entregara en préstamo la obra única, para que se pudiera realizar una copia, que sería depositada en Alejandría.

Los griegos aceptaron el acuerdo, tras solicitar una fianza de quince talentos de plata, una cantidad indeterminable de dinero. Para estimarla, se ha de saber que el impuesto anual que tenía que pagar el Reino de Judea a Egipto era de veinte talentos y que esta cantidad les pareció tan excesiva que provocó el desafío de Onias II, que se negó a pagarlo, arriesgándose a la declaración de guerra.

Atenas era entonces una República de tamaño insignificante comparada con el reino de Egipto y aceptó el préstamo con fianza. Pero una vez el libro llegó a territorio egipcio, se ordenó que no sería devuelto jamás, quedando la única copia en la biblioteca de Alejandría. Además, el rey exigió que estuviera terminantemente prohibida su copia.

La pérdida del libro fue tan dolorosa para Atenas, que incluso estuvo pensando en declarar la guerra a Egipto – hubiera resultado en un suicidio peor que el de los 300. Al final, la fuerza se impuso a la razón y el libro permaneció durante siglos en Alejandría, con la prohibición siempre vigente. Personalidades de todo el mundo tuvieron que desplazarse a dicha ciudad sólo para poder leer la obra de Esquilo.

El libro pereció con la Biblioteca, en el siglo VII después de Cristo. Aunque con la calculadora, costaba 15 talentos de plata, que a 26 kilos el talento, son menos de 500.000 euros, ese era un libro de valor incalculable de verdad.

Fuente: Esquilo, perdido para siempre.
Relacionados: El cuadro más caro del mundo.

Bankero

En televisiones españoles sale una publicidad de un banco que sale a bolsa, Bankia, que dice “Desde 1.000 euros, puedes hacerte banquero”.

Eso quiere decir que, a partir de esa cantidad, se pueden solicitar acciones de esa empresa, antes de que salga a bolsa.

El anuncio es excelente y apunta a personas de un perfil inversor que evoca los estudios de Darwin y los derechos fundamentales de los simios.

Si quieres ser banquero, puedes serlo comprando 1 acción del banco Santander, a 7.86 euros. O 1 acción de ING a 8.57 euros. O 1 acción de Citybank a 42.63 dólares.

Pero si eres tan venado que hasta que no has visto ese anuncio en televisión no has pensado que podías ser banquero, y luego has pensado que ser banquero no estaría mal, mereces comprar esas acciones.

Aclaración: No tengo acciones ni pienso tenerlas, ni aún bajo los efectos de las drogas o de fuertes coacciones, de Bankia.

Buffet

Cuando era un adolescente tuve la suerte de viajar mucho de gorra gracias a las competiciones deportivas. Ganabas el campeonato provincial y te clasificabas para el regional. Quedabas de los primeros del regional e ibas al nacional. Cada competición era un viaje con todos los gastos pagados.

Tenía menos dinero que el que se estaba bañando y no había ido de vacaciones nunca, por lo que en perspectiva me veo como esos niños del tercer mundo que tienen una oportunidad de acercarse al lujo de la sociedad occidental. Las habitaciones de hotel me parecían enormes, los baños impecables. Las piscinas un lujo obsceno. Que te cambiaran las sábanas del hotel y las toallas a diario exigía la comprobación rutinaria de que semejante maravilla sucedía una y otra vez. La competición era absolutamente lo de menos.

Pero si todo esto era digno de recuerdo y vivir en continuo estado de felicidad, el lugar donde uno perdía la cabeza era el restaurante. Ahí tuve la oportunidad de conocer los buffets. Come todo lo que puedas.

Cuando me acercaba a la puerta de entrada me invadía un hormigueo en el estómago, despertado por ese olor, mezcla de tomate pegado, platos calientes del lavavajillas, verdura cocida y carne asada. Ese olor lo captabas poco antes de entrar y te entraba una turbación excitante, un placer desconocido para los adultos.

La rutina cambiaba cada día. Había veces que iba llenando caprichosamente el plato, conforme veía cosas que me gustaban. Cuando ya estaba lleno, me sentaba a comer. Otras veces hacía una ronda de reconocimiento, tratando de calibrar de entre todas las posibilidades cuáles serían las mejores. Estos paseos los daba con el plato ya en la mano, como queriendo confirmar que todo estaba al alcance de la mano, como cuando jugueteas con las llaves antes de llegar a casa.

Solía tomar tres platos, llenos hasta arriba, sin hablar del postre. Ni que decir tiene que eso tenía luego consecuencias, y no hablo de sobrepeso sino de desagradables visitas al cuarto de baño. Pero no eran tiempos de previsión, sino de disfrute. Era comer sin pensar si eso formaba parte de lo razonable, de lo saludable.

La verdura, ni tocarla. Normalmente tomaba mezclas exóticas, propias de niños pequeños, como huevos fritos con filetes y de guarnición…albóndigas. O tortilla, carne de cocido y lasaña. Nadie te controlaba, la única preocupación de los monitores era que las chicas que también viajaban no se quedaran embarazadas.

Mención especial merece el tema de las bebidas. Hoy en día entiendo que el negocio de los buffets es tener una cuota razonable y luego resarcirse con la bebida. Pero en aquel entonces no pensaba tanto. Era un australopithecus. La comida era gratis y la bebida no, luego no pedía bebida, por muy extraña y violenta que fuera la cara del camarero.

Eran otros tiempos, la gente joven no tenía apenas dinero y muchos estaban igual que yo. Hoy en día la gente que hace eso es de una miseria tercermundista. O tal vez yo también lo fui entonces, qué importa.

Ahora bien, tomarte esos platazos sin agua era una experiencia compleja. Igual los platos están más condimentados a propósito para que tengas más sed y consumas más. Lo normal era no pedir nada y mendigar agua del pardillo – persona normal – que sí la hubiera pedido. Además que se aprovechaba cuando estas personas se levantaban a por más comida para robar unos sorbos de líquido. Miro en perspectiva y tendría que ser como compartir mesa con unos demonios de tasmania.

La evolución natural hacia algo parecido a la ética fue tomar productos que calmen la sed, pero que estén dentro del menú. Recorrer el restaurante mirando los platos en la forma “¿Qué podría usar para calmar la sed, por supuesto sin pagar nada?”. Con el tiempo la rutina fue pillar unas bolas de helado. Te tomas unos bocados de ensaladilla rusa con codillo y cuando la garganta escuece, bocado de helado.

De nuevo he de indicar que ese helado no se consideraba tampoco postre. Era un accesorio. Lo más demencial del asunto es que después de haber comido una cosa así, tres platos pantagruélicos, a lo mejor apetecía tomar tarta con bolas de helado. El helado, tomado en condiciones infames, no desinhibía el deseo de tomar más helado.

Los postres se escogían en platos normales, unas composiciones extravagantes, dos o tres trozacos de tarta, con chorretones de chocolate, bolas de helado a cascoporro y nata. Si no era suficiente, más tarta. Inexplicablemente a veces apetecía tomar varios yogures.

Los horarios estaban analizados previamente. Si entrabas a desayunar a las ocho, y te quedabas hasta el cierre, te daba hambre para hacer dos desayunos. Ni los romanos comían de forma tan bulímica.

Evoco esta época y no recuerdo que durante las comidas se hablara de nada, era comer y disfrutar de la comida. Todos íbamos a comer y era comer. Ni siquiera se hablaba de la comida porque todo sabía delicioso. No hay cocinero ni restaurante lo suficientemente buenos como para conseguir evocar esas sensaciones culinarias. Luego leería a Montesquieu y coincidiría con él:

Se ha de huir de la exquisitez y de la cuidadosa selección del vino. Si basáis el placer en beberlo agradable, os obligáis al dolor de beberlo a veces desagradable. Se ha de tener el gusto más relajado y libre. Para ser buen bebedor no se ha de tener paladar tan delicado. Los alemanes beben indistintamente cualquier vino con placer. Su objetivo es tragarlo más que degustarlo. Sacan mayor provecho. Está su voluptuosidad mucho más rozagante y a mano.

No era comer, era tragar. El placer de tragar es infinitamente superior al de comer. No es sutil, no es elegante. Es rudimentario, pero insuperable.

Relacionados: Comedor de empresa.

Sólo hay 193 países

Hace poco se publicitó bastante un estudio de la agencia de viajes Edreams con estadísticas curiosas sobre los productos que vendieron en el 2010.

Vuelos Edreams 2010

La presentación es impecable, pero comete un clásico error del que ya se ha escrito aquí: afirman que el año pasado sus clientes volaron a 202 países diferentes.

Lo digo de nuevo. Hay 193 países en el mundo, de acuerdo a las Naciones Unidas – es cierto que según otros criterios puede establecerse un número de países mucho más amplio – luego es imposible viajar a más países de los que hay. El número total de países del mundo es limitado, se mire como se mire, y aunque uno pueda exagerar con las mujeres, los peces o los goles que ha marcado, en países no hay lugar a tanta exageración. Es un número acotado y finito, que en el caso más generoso puede estar en torno a los 250 países. Nunca más.

Como cosa curiosa, en la página de la Wikipedia puede leerse que sólo ha habido un país en la historia de las Naciones Unidas que haya salido de la lista de miembros: Indonesia (hay países que salen de la lista pero por desaparecer como tales, por ejemplo la URSS o Checoslovaquia).

Indonesia no fue expulsado por crímenes, ni por ningún motivo atroz. Simplemente en 1965 el presidente indonesio Sukarno, enfadado con el comportamiento de este organismo internacional en el enfrentamiento entre Indonesia y Malasia por la isla de Borneo (Borneo: una isla ocupada por tres países diferentes, ojito al tema), mandó una carta a la ONU diciendo que se borraban. Pasado un año y medio escribiría un telegrama diciendo que querían volver y aquí no ha pasado nada.

El reparto de Adsense

El libro In the Plex revela el secreto más controvertido de Google Adsense: ¿Por qué Google no desvelaba el porcentaje de reparto al que llegaba con los dueños de las páginas? (Google Adsense es un programa compartido entre Google y los dueños de páginas; Google muestra los anuncios y los webmasters obtienen parte de los ingresos de publicidad).

Desde Mayo de 2010 se conoce que el porcentaje era de un 68% para los dueños de la página y un 32% para Google. De impuestos, mejor ni hablar.

Según Gokul Rajaram, la idea inicial era realizar un reparto a partes iguales- Google se quedaría con la mitad y quien mostraba los anuncios con el resto. Pero Sergey Brin pensó que un reparto así era demasiado beneficioso para Google. La idea era que el programa durase mucho tiempo, y si Google mostraba a las claras que estaba quedándose con la mitad del dinero, un competidor podría abaratar los precios ofreciendo un 80 o incluso un 90 por ciento del dinero al editor.[…]Entonces Susan Wojcicki tuvo la idea que podría parecer extraña: ¿Qué pasa si no revelamos el porcentaje de reparto al que llegamos con los editores? De esa forma Google nunca tendría que preocuparse de un competidor que anunciara mejores repartos.

El libro narra posteriormente cómo mucha gente en Google, desde sus fundadores a Gokul Rajaram, estaban muy incómodos con la idea de no mostrar claramente el acuerdo al que llegaban con los editores. Pero la idea fue puesta en práctica, con notable éxito y controversia. Durante toda la duración del programa Google Adsense el reparto se ha mantenido constante.

Susan Wojcicki es la cuñada de Sergey Brin, empleada en Google y la que originalmente alquiló su garaje para que se establecieran las oficinas de esta compañía.

No tengo acciones

Sé que me repito criticando el mundillo de la bolsa, pero es que me parece que aunque aparenta ser muy técnico y científico, es más informal que las noticias del corazón.

Leía un artículo de un tipo que estaba escribiendo sobre las acciones de Google. Va y dice:

Hace dos años y medio, escribí sobre Google (GOOG) y Apple (AAPL) como dos de las acciones a comprar más obvias que existían. En este momento tengo que decir que antes compraría acciones de Google que de Amazon (AMZN), Apple o Baidu (BIDU).

El autor en cuestión recomendó comprar acciones de Google en el momento en que se encontraban en el punto señalado (octubre de 2008). Con las acciones a 340$, su comentario de entonces fue:

[Apple y Google] están ridículamente baratas, tienen una capacidad de recuperación impresionante, que viene del reconocimiento de su marca y del rango de precios de las últimas 52 semanas, que ofrece unas perspectivas de rebote con un potencial extraordinario.

Google ha sido mi buscador favorito desde que puedo recordar. La siguiente parada: en los 500$. Y probablemente antes de final de año. Y eso siendo conservador.

Todos nos podemos equivocar, pero que el autor de esa nota saque pecho ahora con lo que entonces dijo, sin ningún rubor, es extraordinario.
Entonces las acciones estaban a unos 340$. Habían caído en picado y está claro que en algún momento se recuperarían. Pero no, no fue antes de final de año, porque entonces valían menos que cuando el periodista hizo su recomendación. Su predicción se cumpliría un año después, en que Google llegaría a los 500$.

Ahora bien, si un lector de cartas te dice que vas a conocer a la mujer de tu vida antes de dos meses. Y luego resulta que la conoces un año después. ¿Qué credibilidad tiene ese adivino? En bolsa se dice, se deja dicho por escrito. Y luego te vanaglorias de haber acertado algo que no dijiste.

Pero lo que quería recalcar es la coletilla legal que tienen muchos artículos de bolsa escritos en Estados Unidos. Este individuo en particular firma:

Advertencia: No tengo acciones de ninguna de las acciones mencionadas y no tengo planes de comprar ninguna de ellas en los próximos tres días.

Así que tiene un artículo lleno de artículos grandilocuentes con expresiones como “una absoluta ganga”, “está regalada” pero ¿No crees lo que predicas? Porque yo lo tengo claro, si yo veo una ganga, pido un préstamo en el banco para comprar acciones. Porque voy a ganar mucho más que escribiendo artículos.

No me inspira ninguna confianza el que propone que compre una determinada acción que él ni tiene ni piensa comprar.

Poco después de leer este artículo me llega al trabajo un fax de spam. Los faxes de spam son para escribir un artículo bien extenso y entretenido. El fax hablaba de que comprara acciones de una determinada acción, pues tenía un potencial de revaloración del 200%. Los típicos titulares grandilocuentes y grotescos que hacen de estas lecturas un placer prohibido.

Aunque no hay que hacer caso de estos avisos, que normalmente lo que pretenden es que compres acciones de una empresa quebrada, lo cierto es que da que pensar. Al menos el que envía el spam, o el que contrata al emisario, lo suele hacer porque tiene acciones de esa penosa empresa y sí que querría encontrar a un primo como tú que le alivie de la carga. Este caso es totalmente el opuesto a estos periodistas. Ellos te proponen que compres una acción con enormes potenciales, pero aviso: yo estoy hasta las trancas con acciones, me creo (o en estos casos me creí) lo que te estoy contando. Y mi dinero va en ello.

Son dos formas de desinformación, pero es triste que casi inspire más confianza un mensaje de spam que el artículo de una revista de bolsa. Porque no inspira ninguna confianza el que recomienda comprar lo que él no compra.

Advertencia: Tengo acciones de Google e intenciones de comprar algunas. Pero con estas recomendaciones del diablo, menos firmes que antes.