Deuda alemana

Siempre se pone a Alemania como ejemplo de país a la hora de pagar su deuda. Alemania es el paradigma de AAA en las escalas de deuda.

¿Por qué es ejemplar este país? Pues porque ha perdido dos guerras mundiales y aún asín ha conseguido pagar toda su deuda siempre. Nadie pone como ejemplo a Luxemburgo porque, aunque tenga – o tuviera – la misma nota crediticia que Alemania, no ha demostrado su intención de pagarla bajo una situación de grave crisis.

De las dos crisis superadas por Alemania, en la de la I Guerra Mundial siempre se ha considerado que las sanciones impuestas por Francia fueron excesivas e impagables. Aunque Alemania hizo todo lo que pudo por pagar, ya sea mediante argucias de devaluación de moneda o apretándose el cinturón, al final siempre queda una parte de esa deuda no pagada que se asumió como que no tenía sentido ser pagada. La irrupción de la II Guerra Mundial complica cualquier tipo de cálculo sobre estas deudas. Aunque es sabido que hasta hace bien poco, Alemania seguía pagando parte de reparaciones por la I Guerra Mundial, aunque unas cantidades testimoniales y anecdóticas.

Tras perder la II Guerra Mundial, los vencedores tuvieron muy claro que una sanción gravosísima no era solución y en todo momento se trató de paliar la situación alemana tanto como fuera posible. Un hecho poco conocido es que se recurrió a una argucia, aceptada o incluso alentada por los vencedores.

Tras terminar la guerra, Alemania se separaría en dos países: Alemania Federal (RFA) y Alemania Democrática (RDA). La Alemania Federal, la Occidental y heredera de la gran potencia mundial, sería la encargada de atender a esas deudas. Pero se usó el argumento de que no era justo que Alemania pagara por todas las deudas cuando era algo que correspondía a los dos países. En lugar de ponderar las deudas a la parte proporcional del país resultante, lo que se hizo fue anular la deuda(!) porque no correspondía con ese país al 100%. Así, una gran parte de la fama alemana de buenos pagadores es totalmente errónea. Como no se podía pagar y todo el mundo quería una Alemania libre de deudas, se hizo la vista gorda y se obviaron esas deudas, con el beneplácito de todos los países afectados. Pasadas varias décadas, nadie repara en ese dato que no deja de ser importante: el paradigma de pagador no pagó y a nadie le importó.

Finalmente todo quedó en un acuerdo de pago surrealista: Alemania dijo que pagaría “cuando el país volviera a estar unido”. Algo que sorpendentemente acabaría ocurriendo. Y ¿Qué pasó con los títulos de deuda para aquel entonces? Pues que la Alemania unida y perfecta deudora los pagó religiosamente. Ahora bien, una deuda de cuarenta años, sin tal vez aplicaciones del IPC que proporcionaran la deuda, pues sería muy llevaderas. Aparte el principal problema de que la mayoría de estos títulos se habían estado negociando a la baja durante décadas, hasta perder toda liquidez y potenciales compradores. Cuando Alemania anunció que estaba dispuesta a pagar ya no había casi nadie preparado para cobrar esos bonos.

Estos bonos de la Alemania reunificada son uno de los pocos ejemplos que existen de producto financiero cuyo valor ha caído hasta prácticamente cero y que pasadas varias décadas se han revalorizado de forma extraordinaria.

Vía: Un comentario a un artículo del blog de Freakonomics.
Fuentes: London Debt Agreement de 1953.

Alquiler con opción a compra

Aunque dar lecciones inmobiliarias es una prédica en el desierto, aún a pesar de todo lo que ha pasado, una simple indicación.

Tras la debacle de los pisos que no se venden, surge en el mercado un nuevo producto, el alquiler con opción a compra. Se trata de un producto comercial, con un aparente atractivo. ¡Lo mejor del alquiler y la compra en un sólo producto! Y ahí es donde va la gente de cabeza, una nueva hornada de incautos.

El alquiler con opción a compra es simplemente una aberración, salvo contadas excepciones. Es una casa que se ha intentado vender pero no ha encontrado comprador, luego tiene un precio o características que echan para atrás. Y si una casa no es buena para comprar…¡Peor para alquilar! Porque como ya he indicado alguna vez, lo que uno considera un piso con grandes posibilidades (para comprar) es lo que esa misma persona pensaría como un cuchitril (para alquilar). Porque para alquilar tiene que ser perfecto, para compra, no tanto. Nadie que pueda alquila en zonas deprimidas, comprar, casi todo el mundo.

Entonces con este producto estás alquilando algo que no comprarías, o que nadie ha querido comprar. Y te comprometes a comprar en el futuro, o sea, cuando valga aún menos que ahora, al precio donde el vendedor no se quiso plegar a la oferta. Tú dices: no, yo sí te lo compraré dentro de X años.

Pero no, no es una compra, el alquilador tiene total libertad para elegir si quiere comprar, o no. Si es que es perfecto. Pero no tanto. Es una compra a futuro de algo que no se vende, en una época de crisis. La clave de esta trampa para nuevos pardillos está en que un alquiler caro se justifica y casi se agradece (!) con el hecho de que luego se podrá amortizar del precio de la futura venta. Con lo que no sólo es una compra fuera de precios de mercado, sino que además, es un alquiler que no suele corresponderse con los precios de otras viviendas similares.

Además está el juego de la amortización. Si el alquiler es barato, lo que se descuenta del precio final es irrisorio, y si es caro, ¡Pues es un alquiler caro!

En el alquiler con opción a compra se da cita una especie de conjura de los necios. El vendedor que no encuentra comprador, decide pseudo alquilar. Y el potencial comprador que no tiene dinero para comprar o al que el banco ya le ha dicho: “no te doy ni esta hipoteca ni ninguna”, decide alquilar para poder comprar luego. Uno que vende tarde porque no puede ahora, y otro que dice que comprará tarde porque ahora es que es imposible.

Hay varios aspectos siniestros en los alquileres con opción a compra. El peor, casi delirante, es cuando el alquiler empieza como una compra, pagando una entrada. Esto es que simplemente es desquiciante. Pagas por adelantado una cantidad, que pueden ser una o dos anualidades, para asegurarte la compra. Alquilar ahora porque no puedes comprar, vale. Alquilar-con-opción-a-compra porque no puedes comprar, pagando como si fueras a comprar, es de deficiente mental.

En los contratos tipo de estos alquileres se suele estipular que el precio de la vivienda va aumentando conforme al IPC, pero no el IPC de alquileres, que puede y suele ser negativo, sino al genérico. Alquilas ahora y si compras en tres años, es al precio fijado inicialmente más tres años de IPC. Ahora es caro (nadie lo puede comprar) en tres años + IPC puede ser un precio delirante.

La penúltima vuelta de tuerca es la tributación a Hacienda. Con estos alquileres, a veces hay que pagar unos tipos de iva de la preventa. Un alquiler normal, que va sin IVA, se empieza gravar con un 7%, porque sí. Lo dicho, que siempre se convierte en un alquiler caro.

En resumen: un alquiler con opción a compra tiene algún sentido si se hace como media de flexibilidad, desde el lado del alquila-comprador. Pero si se hace porque ahora se querría comprar pero no se puede, es una actuación irracional, pardillaza, ladrillera, que merece la muerte en arenas movedizas.

I want to live in America

Hoy he escuchado con algo más de atención la famosísima canción del musical West Side History, I want to live in America.

La canción es una apología de las maravillas de vivir en América (Estados Unidos), y suele reproducirse cuando se trata de ensalzar el sueño americano. Se trata de un diálogo entre dos chicas, emigrantes de Puerto Rico. Una es la gran asimilada al país de acogida, que se dedica a elogiar al país de las barras y estrellas. La otra defiende el país de sus recuerdos, con imágenes positivas.

Aunque es una especie de dialéctica, la realidad es que la pro-americana destroza a su compatriota en el debate de las ventajas o desventajas de Puerto Rico. Y por lo tanto la canción tiene muchas líneas que ridiculizan por completo al Estado de Puerto Rico. Hoy en día no se podría haber producido un texto tan ofensivo hacia un país o región. Un musical excelente como West Side History se habría tenido que cancelar sine die por cuestiones morales.

Los versos más sangrantes dicen:

“Puerto Rico…You ugly island…
Island of tropic diseases.
Always the hurricanes blowing.
Always the population growing…
And the money owing. And the babies crying.
And the bullets flying.”

Puerto Rico…Qué isla más fea…
Isla de enfermedades tropicales.
Siempre los huracanes soplando.
Y la población creciendo…
Y el dinero debiendo. Y los niños llorando.
Y las balas volando.

Según leo, en la película este texto se suavizó levemente, aunque persiste en todas las representaciones y grabaciones de los musicales, quedando en:

“Puerto Rico…My heart’s devotion…
Let it sink hack in the ocean.
Always the hurricanes blowing,
Always the population growing.
And money owing. And the sunlight streaming.
And the natives steaming…”

Aquí desaparece la referencia a los escasos anticonceptivos o la excesiva delincuencia.

Llama la atención que a pesar de lo cuestionable del texto, se ha respetado y se sigue vilipendiando a ese Puerto Rico en las representaciones modernas del musical. Se le tolera como a un clásico.

Marmolillo Awards 2011

Resumir todo el año destacando lo que para mí ha sido lo mejor.

Música.

Ganador 2011: Selección de lieder de Hugo Wolf, interpretados por Ian Bostridge (tenor) y Antonio Pappano (piano).

Incontestable vencedor. A principios de año, en uno de mis modestos propósitos, decidí que había que abordar uno de los géneros más difíciles de la música clásica: los lieder, género sobre el que, con mejor o peor gusto bromeé en su momento.

Por azares del Emule acabé con una versión bastante poco común de los lieder de Hugo Wolf. La más famosa de todas es, con mucho, la interpretación de Dietrich Fischer-Dieskau. Tan importante es, que pocos tenores se atreven a grabar discos con las canciones que compusiera Hugo Wolf.

Sin embargo Ian Bostridge, un tenor inglés, se acercó a la obra con gran modestia. Escogió una buena selección de canciones, en un único disco y dándole un toque personal. Sabiendo que no iba a estar a la altura pero intentando aportar algo nuevo. Y es un disco de gran elegancia y un equilibro perfecto. Lo he oído tantas veces este año, sobre todo conduciendo, que detuve mi exploración del género. No pude lanzarme sobre la obra de Schumann o reforzar la de Schubert. Es que sólo he oído esta selección de lieder de Hugo Wolf, una y otra vez.

Quizás el papel del pianista sea el que la haga destacar sobre las interpretaciones de Fischer-Dieskau, donde hay un inmenso tenor y un tipo tocando el piano. Es una música excelentemente compensada, con una gran química entre el cantante y el acompañante.

Ni que decir tiene que oír estos lieder en medio de un caótico atasco es una experiencia delirante pero que he vivido muchas veces. Todo el mundo pitando y luchando por un centímetro de asfalto y tú más centrado en el ciclo de los Mörike Lieder.

Me llamó mucho la atención del compositor, Hugo Wolf, autor totalmente encasillado en un género único: el lieder. Y es curiosa su vida pues para él este no era sino uno género de formación. Todas las canciones que compuso eran una especie de ejercicio de estilo encaminadas hacia la creación operística, donde el autor volcaba todas sus aspiraciones, sin embargo su carrera se vio truncada por la terrible sífilis, una enfermedad que le llevó a la locura y posterior muerte con apenas 40 años de edad. Wolf fue capaz de crear bellísimas canciones de poemas que otros compositores habían descartado por lo estéril. Por la excelencia en un género que no era su favorito, por su capacidad de sublimación partiendo de textos pobres, Hugo Wolf habría sido merecedor de su propio Marmolillo Award.

Una de las canciones más bonitas del disco, cantada por Fischer-Dieskau. El trabajo de seleccionar las imágenes de fondo en los videos de Youtube, algo a veces despreciable, es sin embargo en este vídeo muestra un trabajo de verdadera paciencia y belleza por su ingenuidad.

Un pequeño reportaje sobre el disco del que hablo, donde se pueden oír varios fragmentos de fondo:

Literatura.

Ganador 2011: In the Jaws of the Dragon: America’s Fate in the Coming Era of Chinese Hegemony, ensayo escrito por Eamonn Fingleton.

Un libro fascinante sobre el enfrentamiento entre Oriente y Occidente, con un punto de vista totalmente original. El autor es uno de los occidentales que más sabe sobre Oriente, sobre todo de Japón. Se lanza a unos juicios sobre la forma de ser asiática y China y cómo ese comunismo está destinado a acabar siendo la nueva forma de gobierno ganadora.

El libro es denso, muy ambicioso y en él el autor se arriesga a opinar en formas muy críticas y dando nombres y apellidos. Es una ejercicio de libertad periodística de la buena. Me cuesta mucho resumirlo, y lo he intentado sin conseguirlo. Lo recomiendo fehacientemente. No dice ninguna de las tonterías o simplezas que estás acostumbrado a leer en la prensa -en cualquiera- sobre China.

En realidad yo hubiera querido leerme su obra cumbre: In Praise of Hard Industries: Why Manufacturing, Not the Information Economy, Is the key to Future Prosperity, pero sólo muy recientemente apareció la edición en Kindle del que aquí resalto y es el único libro de este autor que puede leerse en dicho formato. Tras tres años de Kindle y algunas mudanzas, me cuesta muy mucho comprar un libro en papel.

Internet & Blogs.

Ganador 2011: Heroin.com: Selling Junk Online, artículo que ya destaqué en su momento. No es brillante, pero es lo mejor que recuerdo haber leído en este año.

Software y pamplinas 2.0.

Ganador 2011: Motorola Defy. Mi penúltimo reducto de lucha contra las nuevas tecnologías era tener un buen teléfono móvil, algo que considero que casi nadie necesita. Pero igual puedo decir que el poder tener Internet en el móvil me ha salvado el culo en más de una ocasión, porque no lo uso para jugar al Angry Birds.

Mi investigación sobre modelos me llevó a elegir este por un argumento que casi nadie valora a la hora de elegir teléfono: es sumergible (¡En agua!) y bastante resistente a golpes y arañazos. Su relación calidad-precio es de las mejores, la batería es de bastante resistencia y va con Android. A mi la verdad que “sensaciones” de que la pantalla vaya fina o tenga brillos como que no me aportan nada. Y aunque haya expertos que digan que no es posible, me compré el teléfono sin verlo hasta que lo tuve en mi casa, simplemente confiando en las opiniones de otros consumidores.

Persona del año.

Ganador 2011: Steve Jobs, uno de los fundadores de Apple. Persona admirada por todo tipo de aficionados a las ciencias, pero que demuestran su absoluta parcialidad mirando para otro lado cuando se intenta entender su personalidad llena de claroscuros. El “re-“inventor”” del teléfono, que al mismo tiempo era un fanático de todo tipo de patrañas New Age.

Insomina Prize.

Ganador 2011: El autor de estas líneas.

Cine.

Ganador 2011: El club de la lucha. Sin siquiera haber visto la película completa, este año he visto poco cine y bastante malo. Cuando digo poco estamos hablando de menos de diez películas. Me gustó la experiencia de ver la mitad de “El club de la lucha” en cine – la película va de más a menos – y luego leerme el libro para continuar con la trama hasta el final. Cuando tienes que hacer estos experimentos, algo no va bien. Por suerte para mi este año ya he visto dos películas mucho mejores que las de todo el 2011.

Series y televisión.

Ganador 2011: Premio desierto. He visto pocas series, la mayoría mientras plancho y sin el más mínimo interés. El género está totalmente agotado.

Best comment in blog.

Ganador 2011: Aunque sospecho que es un fake como una casa, el mejor comentario en mucho tiempo es este:

MARCO ZENTENO DE LA CIUDAD DE LA PAZ – BOLIVIA , DESEO INVERTIR LA SUMA DE 50 DOLARES EN LAS BOLSAS DE VALORES DE WALL ETREET. NASDAQ ETC.PARA ALIVIAR MI CRISIS, Y DESEO SABER COMO SE COMPRA LAS ACIONES Y EL REPORTE MENSUAL DE GANACIAS, CAPITALIZACION MENSUAL, PAGOS DE DIVIDENDOS MENSUALES ETC.

Ediciones anteriores del premio:
Marmolillo Awards 2010
Marmolillo Awards 2009
Marmolillo Awards 2008

Muerte por asfixia

Una noticia que cada cierto tiempo salpica los noticiarios es la de la muerte de una persona, más o menos famosa, en una práctica masturbatoria conjugada con una asfixia parcial. La Wikipedia le da el romántico nombre de “asfixia autoerótica“.

El caso más conocido, sin lugar a dudas, es el de David Carradine, pero continuamente aparecen casos de personalidades públicas que sucumben ante tan arriesgada práctica.

No tiene sentido siquiera considerar si bajo los efectos de estas asfixias aumenta la sensación erótica. El riesgo es simplemente demasiado elevado. Si la restricción del aire se realiza apretando el cuello, como en un ahorcamiento, las consecuencias son totalmente imprevisibles. El cuerpo tiene una reacción automática ante la presión sobre la vena carótida, limitando el oxígeno que accede al cerebro y restringiendo el ritmo del corazón. Es demasiado fácil que se produzcan daños cerebrales irreversibles o la muerte. Si pierdes la conciencia en plena asfixia, no podrás hacer nada para recuperar el flujo del oxígeno y aunque pudieras tal vez sea ya demasiado tarde.

En España murieron durante el año 2010, 71 mujeres víctimas de violencia machista o doméstica (crímenes pasionales en el pasado). En Estados Unidos mueren entre 250 y 1.000 personas en prácticas de asfixia “lúdica” (muertes accidentales). Si ponderamos estas tan indeterminadas como cuestionables cifras al tamaño de España, estaríamos hablando de que en España morirían entre 40 y 160 personas cada año por estas macabras prácticas.

De estas muertes por asfixia hay que realizar una división en dos grupos. Está por un lado la práctica autoerótica, realizada casi siempre en solitario. Y por otro, una terrible sucesión de muertes que se producen en juegos entre adolescentes, alentados por la leyenda urbana (y nunca mejor aplicado el término) de que en los primeros momentos de la ausencia de oxígeno se produce una especie de “colocón”.

No es mi intención revolcarme en los lodazales de estas prácticas ni atraer visitas que dan muy mal fario. Me llama la atención de todas estas muertes el hecho de que siempre se las relaciona con el suicidio. Y esta asfixia es la antítesis del suicidio simulado. El suicidio simulado es aquel en el que se quiere aparentar que se va a morir pero lo importante es llamar la atención. El caso clásico es la despechada mujer que se atiborra a pastillas y tras tragar la última descuelga el teléfono de las emergencias o de su desatento marido. En estos casos la víctima no quiere morir, y normalmente no lo hace, pero se deja llevar por una extraña parafernalia mental que le lleva a seguir tan tortuoso camino.

En las asfixias autoeróticas o causadas por “amigos” sucede diametralmente lo contrario. La persona se acerca a la muerte mucho más de lo que cree y bajo ningún concepto querría llegar a ella. Su mayor interés es que aquello no trascienda y nadie sepa de tan bizarra práctica.

Pero tanto en un caso como en el otro, si se llega a un desenlace fatal, la víctima está muy cerca de ser identificada con un suicida. En el primer caso, siempre se considerará que se trataba de un suicidio. Y es que el suicidio simulado sólo puede ser ficticio si este no llega a su aparente fin. Una persona que se tome una sobredosis de pastillas, llame a todos los números de atención, deje la puerta de casa abierta, llame a los vecinos y pida un taxi para ir a un centro de salud, y aún así muera, es considerada una suicida y recibe el correspondiente tratamiento legal.

Las asfixias autoeróticas son tan vergonzosas que lo habitual es que la familia de la víctima trate de disimular las pistas que pudieran llevar a dar un veredicto forense acertado. Si el muerto aparece colgado, desnudo, con pornografía, su dolida y arrepentida madre se encargaría de vestirlo, ocultar la literatura y darle una vestidura decente – como tanto preocupaba al protagonista de la novela de Delibes.

Ahora bien, ¿Hasta qué punto es esto legal? No deja de estar interponiéndose en la investigación de una muerte, de forma deliberada. Casi con toda seguridad el forense dará un veredicto erróneo. Y qué importa si ya está muerto y no va a haber asesinos.

Lo más curioso de todo el tema es que parece que sólo mueren con esta práctica personas famosas. Y es que aparece uno de los tabús del suicidio: los seguros. Normalmente ningún seguro pagaría cantidad alguna por una muerte voluntaria. Pero una muerte accidental, eso ya es otra cosa. Los pobres diablos de más imaginación que vida sexual poco pueden dejar, más que un recuerdo no demasiado malo a los familiares que les sobrevivan. Pero las celebridades tienen mucho dinero y un suicidio impide cobrar algunas primas interesantes. Así, cuando lo más normal es que se taparan las vergüenzas de los famosos y se airearan las de los pobres diablos, en este caso suele suceder totalmente lo contrario. También hay otro punto a tener en cuenta y es la necesidad de justificar que no se ha producido un asesinato. A un desconocido, no lo quiere matar nadie, pero ante una persona de posición, hay que dar alguna explicación extra.

Del mismo modo que los medios de comunicación tienen un pacto de silencio – más o menos razonable – sobre el suicidio, sobre estas muertes tienen una actitud de absoluta glotonería. Que demuestra hasta qué punto es necesario dicho pacto, o de lo contrario la crueldad y el morbo se apoderarían de las televisiones hasta límites que aún no conocemos. ¿Quién no supo de la muerte de David Carradine por televisión? Sin embargo se produce un daño enorme al dejar caer aquello de la práctica autoerótica. Porque muchos se preguntarán, ¿Si el marido de una supermodelo se entretenía haciendo esas cosas, qué límites del placer no se traspasarán con ello? Se despierta la curiosidad de personas con muy pocas luces. Y es que el tratamiento de estas noticias es como el de algo muy conocido que “ahí está” y que de vez en cuando se muere uno por ello.

El juego de las parcelas de interés también se muestra en estas muertes. Los psiquiatras prefieren pensar en las 1.000 muertes anuales, tratando de crear especialidades nuevas, muertes que acercar a su corral.

El tratamiento que da uno de los expertos a este tipo de prácticas de asfixia por placer, a parte de la medicación con antidepresivos, es realmente brutal:

Personalmente he empleado anti-andrógenos y, en un caso, la castración.

Más sobre todo esto.

The year of the car

Mis expectativas eran realmente bajas: no acabar en una silla de ruedas. Tenía todavía el carné provisional y ya estaba dispuesto a comprarme un coche. Y cuando digo dispuesto quiero decir que venía con las tareas hechas de casa. El mismo mes que me saqué el carné de conducir ya estaba dando volantazos sin un impertinente al lado que me salvara la vida con sus indicaciones.

¿Por qué me compré un coche? Uno puede ser un ferviente defensor del transporte público, de que los coches contaminan, de que es una compra económicamente injustificable. Pero qué duda cabe que saber conducir es una habilidad básica de la vida moderna, del mismo modo que saber algo de ordenadores o poder manejarse con el inglés. Porque me diréis que el inglés es más práctico que saber conducir. Mucha gente nunca se encuentra en una situación en que realmente necesite el inglés. No que sea práctico, sino que sea necesario. Es mucho más normal que uno sienta que, en un momento de su vida, le hubiera gustado poder conducir un coche.

Pero yo no quería tener un coche, vacilar de carrazo o cambiar mi forma de vida. Quería aprender a conducir, no ser un buen conductor, simplemente uno más. Por eso cuando me compré el coche tenía muy claro que iba a ser uno de segunda mano. Los objetos de segunda mano tienen la ventaja de que los sientes como menos tuyos. Y es importante no identificarse con los objetos, porque no es fácil controlar qué tienes tú y qué te tiene a ti. Un coche de segunda mano es un objeto rechazado por otro, venido a menos, con un pasado de felicidad que tú no has vivido. Lo tomas sin pensar tanto “es mi coche”, sino más en la línea de “es el coche”.

Para comprar coches de segunda mano cualquiera puede dar opiniones mejores que yo, a falta de conocimientos mecánicos elementales, y tras leer mucho por Internet, me quedé con algunas ideas generales. Lo primero es que si intentas conseguir el chollo del siglo ¡Lo puedes conseguir!, pero al mismo tiempo hay un factor de incertidumbre importante. Evitar riesgos vale dinero. Yo pagué bastante más del precio “de mercado” del coche pero a cambio de comprarlo de una persona conocida. Tenía claro que quería un coche que estuviera al tanto de revisiones, porque eso dice que el conductor lo ha cuidado y no ha pensado sólo en el gasto inicial. Que sabe que un coche tiene un mantenimiento mínimo que hay que pagar. Pensaba en comprar un coche “de chica” porque al final sabes que tienen menos kilómetros, menos burradas hechas con los amigos, menos aerodinámica y menos chorradas. Un coche modesto.

En resumen, para comprar un coche uno encuentra que hay una total disparidad entre oferta y demanda. Al menos en modelos intermedios. Uno está enamorado de su coche y no lo vende por menos de 6.000 euros. Va al concesionario y le ofrecen por él sólo 2.500 euros. El aspirante a vendedor se vuelve indignado ante la abochornante oferta. Lo pone en venta de segunda mano y se encuentra con que sólo le hacen ofertas muy a la baja. Hay una disparidad de precio del 50% que lleva a todo tipo de situaciones absurdas:

  • El vendedor indignado se queda con el coche y se plantea tener dos coches antes que malvender el antiguo.
  • El vendedor espera durante meses a que aparezca ese mirlo blanco que esté dispuesto a comprar el coche por un precio justo.
  • El vendedor sucumbe a la ley de la oferta y la demanda.
  • El vendedor se compra otro coche y lo deja al concesionario por lo que estén dispuesto a darle, por mísero que sea. Ya que pagan una miseria, por lo menos que sea una miseria sin papeleo.

En mi caso, yo fui el pardillo que hizo de mirlo blanco. Pero en ningún momento me sentí pagando mucho por poco. La misma persona que se ríe de mi forma de comprar segunda mano, luego se compra un coche de kilómetro cero en Alemania, se monta una historia tremendamente compleja, arriesgada y susceptible de acabar mal con tal de ahorrarse dos mil euros en un coche mejor pero que cuesta el triple que lo que costó el mío. ¡Me he ahorrado más que tú!

A la hora de comprar suelo ser mísero, pero en lo que nunca ahorro es en incertidumbre, en hacer de aseguradora. Porque prefiero pagar X por tener X, que pagar la mitad por tener X, con probabilidad del 50% ó 0, con probabilidad del otro 50%. No me gustan los gatos de Schrödinger.

El coche lo compré a través de una gestoría de esas que hay justo enfrente de las oficinas de tráfico. Para mi que fue una gran decisión. Me ahorré todo tipo de dudas, excursiones a trámites burocráticos y esperas – lo peor que te puede pasar en una compraventa es que esta se quede a medias y tú ya hayas pagado el coche entero – y tampoco fue por mucho dinero. De nuevo es la típica situación en que uno se ha gastado 5.000 euros en un coche pero luego piensa que pagar 150 euros a una gestoría es un robo a mano armada. Con este coche tuve suerte, porque ya habiendo terminado con la venta, la chica que la llevaba se dio cuenta de que en realidad el coche estaba a nombre de dos personas y que el vendedor tenía que traer a su mujer para que firmara o no hubiera sido aceptada por tráfico.

Y lo mejor de la gestoría es que sales de allí con papeles que acreditan que el coche es tuyo y que puedes conducirlo. Con todo provisional, el carné, el permiso de circulación y el seguro, vas conduciendo con más miedo que vergüenza. No vas sólo, porque te da miedo hasta abrir el coche, como para girar sin tener al menos a una persona que te diga que no, no te vas a matar.

Fue llegar a casa, aparcarlo de rebote justo enfrente de mi ventana y quedarme mirándolo luego desde casa, durante un largo rato. Ese coche era mío. Ahora tenía algo más de que preocuparme. Los gitanos que se subirían en el capó, los niños que me pintarían “Lávalo guarro” sobre el polvo del parabrisas. Los espejos retrovisores, que tarde o temprano me reventarían. Y el miedo perpetuo a olvidar algo ridículo entre los asientos y encontrarme un cristal roto por la mañana.

El primer día miré mucho tiempo a mi coche desde la ventana. Estaba preocupado por él, era como mi hijo, ahí fuera, sin que pudiera cuidarlo. Me levanté por la mañana, al día siguiente y ahí seguía.

Sin embargo seguí yendo al trabajo en metro. Porque no es lo mismo dar una vueltecita por ahí que enfrentarse a las míticas M30 y M40 de Madrid, en hora punta. A la despiadada lucha por una plaza de aparcamiento. Siempre de copiloto, estaba acostumbrado a no fijarme en las rutas, no sabía cuándo había una incorporación, cuándo tocaba ir pegándose a la izquierda. No sabía nada. El día antes de llevarme el coche por primera vez al trabajo no pude dormir, estaba aterrorizado, para ese día mis expectativas eran mucho más bajas: bastaba con no morir.

En perspectiva cometería todo tipo de errores. Sin el GPS, la mejor compra que he hecho en mi vida, no habría llegado al trabajo. Tal vez no habría podido volver a casa tampoco. El GPS es un invento increíble cuando no sabes nada, es como los subtítulos de las películas en inglés. Estás todo el rato leyendo sí, pero por lo menos te enteras de lo que pasa.

Los primeros viajes fueron desquiciantes. Me despistaba un segundo y se me había pasado la salida correcta, y tenía que desviarme hasta el quinto pino, donde había otra salida. Pero esta salida estaba llena de coches y nadie me dejaba acercarme al carril de la derecha. Me pitaban y me acababa rajando, me pasaba otra vez de salida.

Aún con GPS, y habiendo llegado casi sin ningún problema el primer día, a finales de la primera semana me encontré en medio de la ciudad, yo que sólo tenía que pisar las rondas de circunvalación, viendo todas las señales que iban hacia mi destino en el carril contrario, sudado, obsesionado con la vocecita de la chica del GPS que daba vagas indicaciones, llegando tarde al trabajo, donde no encontraría ya aparcamiento. Era una situación donde costaba mucho encontrar la calma.

Poco a poco fui haciéndome con la monótona ruta. La gente se reía de mí porque seguía el camino que recomendaba el GPS, camino que nadie haría porque era más lento que otro más hacker. Me aferraba a malo conocido como gato panza arriba. Y si el circular a 80 kilómetros por hora, cuando todo el mundo iba a otras velocidades y me esquivaba en un continuo y peligrosísimo para mí slalom, era de por si preocupante, los peores momentos los vivía a la hora de aparcar.

En la primera semana de tener el coche viví mis momentos más oscuros. La primera vez que aparqué lo hice en el espacio suficiente como para estacionar un autobús. Y lo mejor de todo es que en los diez minutos en que lo hacía, el coche que estaba al final del todo también se fue. Era casi como aparcar en un descampado. Aún así me costó dejarlo a medio metro de la acera. Todo esto aderezado con unos borrachos que estaban al lado descojonándose de mi y dándome indicaciones tan delirantes como las maniobras que yo hacía.

Aparcar siempre fue desagradable. Me daba cuenta de que lo hacía mal, tardaba mucho y era una maniobra del altísimo riesgo. En la primera semana le hice un tremendo arañazo al coche. Cuatro años con su dueño y ni un rasguño. Una semana conmigo y parecia una fragoneta de transportista. Y eso no fue todo, el arañazo ese lo hice al darle a otro coche, que no tuve el valor de quedarme a mirar cómo quedó. De eso no se vive pero realmente ha pasado mucho tiempo de todo esto y todavía me siento fatal pensando en ese pobre conductor que se encontrara el destrozo que le había hecho un hijo de puta como yo.

No puedo intentar justificar el haberme ido sin dejar una nota, pero quiero explicar la sensación de miedo en que vivía cuando iba con el coche. Vas por la calle y te puedes tropezar con una persona, puedes estar cerca de morir atropellado. Pero no tiene nada que ver con la sensación de miedo – y encima justificada – por tener una máquina enorme con la que puedes causar mucho daño a los demás. De que un error puede provocar un accidente, un gran destrozo. Que te tropiezas con cualquiera y no suele pasar nada, pero que en la carretera la gente pierde la cabeza y las reacciones de la gente son totalmente desproporcionadas, casi propias de tiempo de guerra.

El coche estaba desconchado, aparcaba de pena, conducía con miedo, estaba perdiendo peso a un ritmo que ya empezaba a preocupar. Los errores sin embargo disminuían a gran velocidad. Y es que es fácil mejorar cuando vienes de hacerlo todo mal. Es curiosa la cantidad de cosas que se pueden hacer mal en pocos segundos. Imagina que estás en un paso de peatones, antes de una rotonda. Van pasando los peatones y cuando es tu turno de salir estás despistado, te pitan, te pones molesto, resulta que tenías el coche en segunda, se te cala, arrancas de nuevo, estaba en segunda y se te vuelve a calar, pones primera, te pitan ya tres, vas a arrancar y el que estaba detrás te ha adelantado invadiendo el carril contrario, tienes que frenar para no darle, llegas a la rotonda y no te quieres parar. Pero tienes que hacerlo. Sin quererlo te quedas con medio coche dentro de la rotonda y medio fuera. Te pitan los que están dentro de ella y los que tienes detrás. Luego te metes y ya te da igual todo, sales de la rotonda asqueado y sin señalizar, ha habido un par de ocasiones en que te las has podido pegar, justo en los dos ratos en que estabas ya pasando de todo.

Pero la idea no es pintar todo lo malo que tienen los coches. Hay muchas sensaciones increíbles y que compensan todo lo malo. Me acuerdo de mis tiempos oscuros en que iba al Ikea a comprar y me volvía en el metro, con cuatro tontadas pero que parecía que estaba pasando el Estrecho, cargado como una mula. El viaje era interminable, molesto e infructuoso. Con el coche esa penosa experiencia era trivial, no era mucho mejor, era tan neutra, tan inocua que no te dabas cuenta de todo lo que te habías librado. Aparcabas a cinco metros de la puerta, cargabas todo lo que quisieras y más sin tener que levantar nunca nada de peso y luego hasta la puerta de casa. Era tan bueno, que no lo llegabas a disfrutar.

O la opción de irte un fin de semana sin un plan concreto y organizado. Sales con el coche porque hace buen tiempo. Apareces en Segovia, donde comes como un cerdo. O te plantas en un parque natural, no en el manido y masificado Retiro. O haces las dos cosas y te sobra medio domingo para lo que te de la gana. Sin coche, esas excursiones eran siempre molestas, viajes incómodos en autobuses con horarios incompatibles y que nunca te dejaban donde querías. Todo el rato mirando el reloj. Los viajes en coche tienen la enorme ventaja de que el tiempo cunde mucho más. Sin coche puedes ver dos cosas, con él puedes ver cuatro, comer donde quieras y encima estás mucho más descansado.

Fue pasando el tiempo, las experiencias se fueron volviendo más rutinarias. El GPS intentaba no usarlo nunca, más que saber aparcar, sabía dónde se podía aparcar y a qué horas. Aunque prometí que iría en coche al trabajo tres o cuatro veces en semana, ya iba todos los días y aunque los viernes tardaba mucho más yendo en coche, por los atascos que se formaban, lo prefería al asqueroso transporte público. Había pasado de leer tres libros al mes a leer un libro cada tres meses. Había engordado un poco, tenía un poco peor las cervicales, pero era algo parecido a una persona feliz.

Con las averías siempre estaba preocupado. No sabía cambiar una rueda, pero es que tampoco sabía mirar la presión de los neumáticos. Una vez que le puse gasolina al coche hice algo mal y se salió un borbotón que me manchó el pantalón – que quedó para tirar – y dejó un pequeño charco en el suelo – que no debía ser la cosa más segura. Cuando pensaba que le estaba cogiendo el tranquillo siempre pasaba algo que me recordaba que era mortal. Que me recordaba que no dejaba de ser un pardillazo.

Me robaron un embellecedor del coche, una rejilla, que llevó lo suyo encontrar por internet cómo se llamaba. Luego la pieza la compré online, con los típicos imprevistos de que te envían por error un tubo de escape, y cuando la tuve y la puse resulta que no encajaba perfectamente. Luego me di cuenta de que no era porque la pieza fuera falsa, sino porque al robármela me habían doblado los enganches. No hice mucho mal del hijo de puta que se la llevó, con sólo recordar mi fuga tras aquel fatídico aparcamiento en la primera semana. El caso es que puse la pieza y estaba rara y a lo mejor llegaba un día del trabajo y la veía medio salida y la ponía de nuevo bien y subía a casa con las manos sucias y esa sensación agridulce de cuando te has esforzado mucho en algo pero sabes que el resultado es muy flojo. Llegaría el día en que miraría y esa pieza ya no estaba, en uno de los viajes se había salido entera y la había perdido.

Volví a comprarla por internet y ya tenía una sensación de derrota. De nuevo no encajaba bien, esta vez me di cuenta que era cosa de los enganches. Probé todo y nada funcionó. Al final compré un pegamento especial, que lo único especial que tenía era el precio. Entre el pegamento y los enganches parece que se quedó bien, pero fue un trabajo de poca precisión, yo siempre veía algún chorreón de pegamento sobre el plástico y que la pieza no encajaba del todo bien.

Viví muchas experiencias con ese coche. Pasé la ITV, pasé una revisión gorda en que me cambiaron la correa de distribución. El hombre del taller sólo sabía hacer facturas a los que venían con el seguro a todo riesgo, cómo será el país y el dinero en B, cuando pienso que lo llevé al concesionario oficial de una marca que no era la de mi coche. Tuve que justificar ante el gerente, que era un conocido, que quería la factura y el IVA, aunque me costara más.

Después de un año tenía la misma sensación conduciendo que con la vida en general, que tienes mucho a tus espaldas pero que notas que no es suficiente, que siempre hay algo importante que todavía no sabes. Cuando tienes cierta edad sabes que ya todo es un aprendizaje lento y doloroso. Podía haber seguido conduciendo cinco años más, que seguiría yendo casi todo el tiempo por la derecha, aparcando con temeridad e incómodo cuando llevaba de pasajeros a mejores conductores.

El accidente

Fui el martes a lo de la ITV y había una fila infinita, me daban esperanzas de tener que esperar por lo menos tres horas más. Así que me volví a casa y pedí cita por Internet, que me dieron para ese mismo sábado. El coche estaba impecable, salvo por el molesto arañazo, ese memento mori que, aunque había prometido arreglar en cuanto pudiera y que me llevó a horas perdidas, buscando el color, dónde comprar la pintura, métodos de hacer chapuzas, etc., nunca llegué a arreglar. Había tenido que cambiarle bombillas al coche y una la había dejado medio torcida, con lo que la luz no iría del todo recta el día de la ITV.

Entre una cita y otra para la ITV, tuve un accidente. Se dice accidente cuando hay muertos y quieres parecer tremendista – como es mi caso – pero en realidad fue un golpe que se llevó mi coche. Los golpes lo bueno que tiene es que siempre te los dan. Todo el mundo no los tiene en cuenta a la hora de contar su historial negro con el coche. Nadie ha tenido nunca un accidente.

En mi caso, tuve mucho de culpa: iba como siempre, atento a la mitad de las señales y con el sol de frente. Me vi un semáforo en rojo cuando lo tenía justo encima y me paré en seco. Y el coche de detrás me dio un golpe.

Otra experiencia incómoda al volante. Tuve la suerte de que el otro conductor tenía seguro, no era étnico y no tenía permiso de armas. Cuando nos juntamos para rellenar el parte del accidente, mi contrario tenía claro que era culpa mía. Yo sabía que lo ocurrido había pasado en parte, o gran parte, por mi inadecuado frenazo. Pero el caso es que yo no iba a ceder en la razón por el algoritmo básico de la circulación, que si te dan un golpe por detrás la culpa es del de atrás.

Me sorprendió lo poco que le había pasado a los coches, casi nada. Mi coche parecía que tenía más un golpe dado aparcando que un encontronazo por detrás. Luego pasaría la ITV con una indicación de que la chapa no estaba perfecta. La discusión con el otro conductor fue en términos cordiales. Pusimos una consensuada descripción de los hechos, pero al final los seguros son estrictos. Uno de los dos tiene la culpa, cuando en realidad la teníamos los dos, tal vez en un 60%-40% o 70%-30%. Uno de los dos se tendría que pagar el arreglo – los dos teníamos el coche asegurado a terceros, yo no tenía un todo riesgo por la sencilla razón de que mi seguro básico costaba lo que un todo riesgo por no tener años de carné. El todo riesgo costaba casi tanto como el coche.

Luego volvería a pasar muchas veces por el sitio donde me había dado el golpe y siempre iba acojonado, pero sobre todo con la sensación de que no importa que sepas que es un punto peligroso, que es que dos metros más adelante te vuelve a poder pasar lo mismo. Y que el coche había respondido muy bien y que no había sido nada. Y que rellenar un parte es trivial, y que ya tenía otra experiencia más, tan desagradable como necesaria.

Y el ruido cuando oyes el ¡Clock! del impacto contra tu coche, los nervios, tener que salir a ver, tener que aparcar a un lado, todo el mundo mirándote. Me acuerdo que dormí fatal esa noche porque sabía que lo normal es que tengas secuelas en el cuello y que no lo notas hasta el día siguiente. Y que afortunadamente no lo noté tampoco al día siguiente.

Todo en el coche eran sensaciones contradictorias, muy positivas y negativas. La vida sin coche es muy sencilla, es como no tener hijos, todo mucho más fácil pero no necesariamente mejor.

Siempre se lee que el problema de un coche es la gasolina y sus precios pero a mi me parece como los que se amargan al tener que pagar el hosting de su blog, que cuesta 50 euros al año como mucho, y luego se tiran horas y horas escribiendo y eso no les parece suponer nada. En un coche el gasto de gasolina, salvo que hagas muchos kilómetros para ir al trabajo o que tengas un trailer, es ridículo comparado con todo lo demás. Al mismo tiempo me llamó la atención que era más barato ir en coche que en transporte público, siempre y cuando en la ecuación sólo pongas el coste de la gasolina.

El caso es que estuve con el coche casi un año justo. Lo iba a vender justo cuando me pasó lo del golpe y me encontré con la difícil situación de cara a la posible venta. Tenía muy claro que no iba a entrar en el juego del vendedor que no quiere vender. Le puse un precio muy bajo y un conocido estuvo interesado. No me lo compró sin más, y eso después de probarlo, lo que me confirmó que el precio era barato sin ser regalado, luego era un precio justo. Era una venta condicionada: tras leer muchas opiniones en Internet yo daba por hecho que el seguro me daría la razón, pero no sabía cuánto podía tardar eso. Tuve suerte de que el seguro arregló todo muy rápido, gracias a haber dado una versión conjunta por parte de los dos afectados. Me habían dado la razón y se lo comuniqué a este posible comprador, que a los pocos días me dijo que lo aceptaba, pero que lo compraba cuando estuviera arreglado. Yo que lo vi indeciso, pues barajaba varias ofertas y que andaba escaso de efectivo, le ofrecí una rebaja del 10%, sobre un precio ya bajo, si él se encargaba de tramitar el arreglo con el seguro y la compra se hacía de inmediato.

Me quité el coche de encima con un gran rebajón. Me dio una pena enorme. Todavía me la da. Pero solucioné el problema en tiempo récord. Miré precios de coches similares, le desconté el absurdamente costoso arañazo, tiré por lo más bajo y por esa cantidad lo vendí. Estaba dispuesto a regatear 10 euros pero no a esperar un mes a que llegara un comprador pardillo.

A las dos semanas de no tener coche volví a leer, volví a sudar en el metro, pero volví a una vida más tranquila. Fue una experiencia muy interesante y compleja. No he vuelto a conducir desde entonces. Echo de menos el coche y me alegro de no tenerlo.

Crepúsculo

Creía haber comentado en alguna ocasión anterior que durante el instituto era normal que te obligaran a leer libros. Era una tarea tan pesada para los estudiantes que algunos libros daban carta blanca: lee algún libro y haces un resumen. Mis amigos recurrían a mi conocimiento para preguntarme por las lecturas recomendadas: dime libros que sean muy cortos.

La Metamorfosis de Kafka, El viejo y el mar de Hemingway, El guardián entre el centeno de Salinger, Siddharta de Hesse, son ante todo, libros cortos.

Tan profunda fue la moda, que incluso se publicaron algunos libros que simplemente consistían en resúmenes de novelas conocidas. Uno podía leerse el resumen de Veinte mil leguas de viaje submarino y afrontar las preguntas del profesor sin demasiada caradura. La picaresca española es esa, siempre buscando la forma de cumplir con el mínimo exigido.

Ahora mismo, con Internet, todo esto es imposible. Hay resúmenes de cualquier libro en decenas de páginas. Pero sobre todo la Wikipedia ofrece unas sinopsis excelentes. Y es algo que uno debe aprovechar. Por ejemplo, pensaba yo en la tetralogía de libros Crepúsculo. Un éxito extraordinario en ventas, tanto por las novelas como por las películas. La autora tiene mucho mérito y merece mi reconocimiento. Me interesa saber algo más sobre esos libros pero, ni por asomo, estoy dispuesto a leer alguno de ellos. Me leo entonces los resúmenes de la Wikipedia.

Los resúmenes de la Wikipedia son a veces extraordinarios. Recuerdo que una vez quise saber cómo había terminado un Gran Premio de Fórmula 1 y no quise consultar al periódico porque esas noticias son absurdas, todo gira en torno a Fernando Alonso y a veces ni te dan el resultado de la carrera. La narración de la carrera en el artículo de la Wikipedia era casi como la de una novela, creo que ha sido la que más he disfrutado de toda mi vida. Es una pena que no recuerde qué carrera era, pero era una pequeña obra de arte.

Con Crepúsculo iba a lo burdo. Quería un resumen sencillito, en castellano. Quise caldo, me dieron dos tazas.

Las novelas son una historia de amor con vampiros. Eso lo sabemos casi todos. Pero, ¿qué más pasa?

Al parecer trata sobre una chica de instituto americano, que no tiene amigos porque es nueva, pero al mismo tiempo es la más guapa y simpática y buena de todo el centro. Aparte tiene el rollo ese marginal que hace que cualquier lector se identifique con ella. Le gusta un chico que tiene mucho de misterioso.

Finalmente, uniendo todos sus indicios: fuerza sobrenatural, rapidez, el hecho de que no se exponían al sol. Bella saca la conclusión de que Edward es un vampiro.

Surge una historia de amor peligrosa porque el chico, aunque está enamorado de ella hasta las trancas, es un peligro y en cualquier momento podría morderla, pues la cabra tira para el monte. Esta tensión es la que mantiene toda la trama de novelas. Aparte del hecho de que toda la familia del chico, y muchas otras de la zona, son vampiros, y a nadie se le atraganta un buen cuello. En particular hay un familiar de Edward, el vampiro, que intenta ir a por ella. En torno a esa búsqueda gira toda la primera novela.

La segunda novela, Luna nueva, introduce a un nuevo personaje. Edward el vampiro se ha alejado, para no ponerla en riesgo. Y aparece otro chico, que también le gusta a la protagonista, Jacob. Ella acaba dándose cuenta de que es un hombre lobo. Y resulta que los hombres lobo son enemigos acérrimos de los vampiros. Personalmente este giro, aunque es perfecto para extender la trama indefinidamente y crear un triángulo amoroso, me parece lamentable.

En este caso la mala es una chica que trata de hacerle la vida imposible y directamente matarla. Los hombres lobo y los vampiros la van salvando alternativamente.

En la tercera novela, Eclipse, se plantea el triángulo. Los dos chicos luchan por el amor de la protagonista, que tiene el empalagoso nombre de Bella. Aparte de por ella, pelean por ser personajes sobrenaturales antagónicos y por las luchas de clanes al estilo Montescos y Capuletos.

Al llegar Edward a la casa de Bella huele un olor a vampiro desconocido. Tomando esas pistas y las muertes que han ocurrido alrededor de Forks, se dan cuenta de que Victoria ha creado un ejército de neófitos para atacar a los Cullen y así poder matar a Bella.

En la cuarta novela, Amanecer, los dos protagonistas, Edward el vampiro y Bella, se casan y ella queda embarazada.

Bella se da cuenta de que esta embarazada pero su embarazo no es como los otros. Ella esta embarazada de un “híbrido” mitad vampiro y mitad humano el cual la esta matando por dentro al consumir su sangre y su energía… Bella acaba cogiéndole cariño al bebé aunque toda su familia (excepto Rosalie que lo quiere para ella) desea acabar con él.

Toda la trama va en torno a los riesgos para Bella, y para la niña, que al final nace y es un primor y todo acaba de color de rosa. La niña se llama Reneesme por si había alguna duda al respecto. Y Bella se convierte en vampiro no por mordedura, que habría roto la tensión de toda la trama, sino como parte del proceso de su extraño embarazo.

Frases latinas para tatuajes

Estaba guardando el enlace sobre un artículo de una frase latina y me sorprendió que el sistema sugería como palabra clave la etiqueta “tatuaje”, antes que ninguna otra. No había pensado que dentro de la inclasificable moda de realizarse tatuajes, los textos algo crípticos, como letras en lenguas orientales, tienen mucho éxito. Pero también las frases en latín, pues además son idóneas para escribirlas en esas chirriantes tipografías de tatuaje.

A pesar de que las frases latinas cortas y memorables se cuentan por cientos, en la cultura del tatuaje sólo tienen lugar unas cuantas, pues quieras que no el hecho de escribirse la frase tiene unas connotaciones para el que se tatúa. A veces.

Las principales frases, en una investigación superficial, son las siguientes:

Sobre el amor

  • Ama et fac qod vis. Ama y haz lo que quieras.
  • Omina vincit amor. El amor todo lo vence.
  • Amor ordinem nescit. El amor no tiene orden.
  • Odi et Amo. Odio y amo.

Sobre la valentía y el dolor

  • Carpe noctem. Aprovecha la noche.
  • Memento vivere. Acuérdate de vivir.
  • Dum spiro spero. Mientras respire, tendré esperanza.
  • Quis atterit mihi tantum mihi plantit fortius. Lo que no te mata, te hace más fuerte.
  • Veni, vidi, vici. Vine, ví, vencí.
  • Alea iacta est. La suerte está echada.
  • Cogito ergo doleo. Pienso, luego sufro.
  • Cedo maiori. Cedo ante lo superior.
  • Audere est facere. Atreverse es hacer.
  • Facta, non verba. Hechos, no palabras.
  • Per aspera ad astra. Hasta las estrellas, mediante el sacrificio.
  • Timendi causa est nescire. La ignorancia es la causa del temor.
  • Aequam memento rebus in arduis servare mentem. Acuérdate de conservar la mente serena en momentos difíciles.
  • Dura lex, sed lex. La ley es dura, pero es ley.

Sobre la personalidad

  • Aude sapere. Atrévete a saber.
  • Non sum qualis eram. No soy el que era.
  • Alis volat propriis. Vuelo con mis propias alas.
  • Cogito, ergo sum. Pienso, luego existo.

Los errores al escribir las frases, la mezcla de palabras latinas con las de lenguas vivas, el uso de frases de series de televisión, que no tienen historia alguna, todo eso hace mucho más interesante el tatuarse algo así.

Fuentes:
Latin phrases.
Latin quotes.
Yahoo Answers.
Yahoo Answers.
Latin Tattoos.

PIN

Los delitos de guante blanco son cada vez más fáciles gracias a las nuevas tecnologías. O más bien diría que, gracias a los avances tecnológicos, resulta mucho más fácil conseguir los mismos botines que en el pasado, sin tener que realizar ninguna acción violenta.

Un delito de guante blanco no tiene una condena más leve o causa menos daños que uno violento. Psicológicamente nos suelen causar un rechazo menor, aunque también desagrada la aparente cobardía del criminal que no entra en un cara a cara con la víctima.

Hace unos días detuvieron a Kawser Ali, un ladrón especializados en gimnasios. Y más que en gimnasios, en los de una cadena en concreto: Virgin Active(que también tiene presencia en España).

Más que un ladrón profesional, Kawser Ali se dio cuenta de algo bastante evidente. Los sistemas de seguridad por combinación numérica son ridículos. Y en esos gimnasios se congregaban dos puntos decisivos: las taquillas tienen seguridad por combinación y los clientes suelen tener bastante dinero.

El modus operandi del delincuente es bastante trivial, al alcance de cualquiera. Simplemente asistía al gimnasio como un socio más y en el rato que pasaba en los vestuarios podía ver fácilmente la combinación que los clientes introducían.

Es un riesgo con el que hoy en día todos estamos en peligro. Cuando introducimos el PIN para realizar una compra, algo que se ha convertido en rutinario por ser un requisito en todas las transacciones, no prestamos la menor atención al entorno que nos rodea y casi cualquiera puede ver nuestro número. Había costado conseguir que la gente tuviera cuidado en los cajeros automáticos, pero con los nuevos chips de seguridad, se ha perdido por completo una medida de seguridad básica.

En los gimnasios uno tiene la guardia aún más baja. Se dejan todas las pertenencias: móvil, llaves de casa y el coche, cartera, pendientes de un número de cuatro cifras que cualquiera te ha podido ver introducir.

Así, Kawser Ali robaba con una facilidad trivial. Y lo mejor de todo viene luego. La ubicuidad de los mismos sistemas de seguridad provoca que, al conocer el código de acceso a la taquilla, en muchos otros casos se sepan ya el código PIN de la tarjeta de crédito y el código PIN del teléfono móvil. Y si se tiene una casa de fantasía, también se puede saber el código de acceso o de la alarma.

De esta forma, este criminal más ingenioso que inteligente, conseguía botines cuantiosos. Aparte de los relojes de lujo, móviles, coches y carteras de sus clientes, en más de una ocasión pudo extraer efectivo de los cajeros al saber el PIN de la tarjeta de crédito.

Detenido sin ningún glamour policial, al seguir la policía la pista de las llamadas realizadas con uno de los móviles robados, llama la atención la sentencia judicial, que le condena a dos años de prisión. En ella, la jueza resalta que se aprovechó de la debilidad de la naturaleza humana que lleva a usar el mismo pin para diversos sistemas. Según se extrae de la sentencia, el aprovecharse de esta miseria en que todos caemos, es un agravante importante.